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Turquía, ¿y Siria?

    EN las guerras y en las tragedias se evidencia nuestra distinta vara de medir, pues parece que no todas las vidas tengan el mismo valor. Lo estamos viendo con la guerra de Ucrania, que ha desplazado otros conflictos urgentes, como las crisis humanitarias y bélicas en Etiopía, al este del Congo, en el contexto yemení, en zonas del Sahel como Malí, Burkina Faso y Níger, o en la región de Nagorno Karabaj. Ahora, tras los terremotos en la frontera entre Turquía y Siria, vemos cómo la ayuda, e incluso las noticias, se centran en el caso turco, mientras apenas trasciende el caos que están sufriendo los sirios, quienes llevan doce años padeciendo una guerra civil casi olvidada.

    Las operaciones de rescate, la ayuda humanitaria, y la inspección de las edificaciones, giran en torno a Turquía, por mucho que la prensa mencione a ambos países. Seguramente es más difícil saber lo que está sucediendo en el noroeste de Siria, o las vidas que se han podido salvar; pero la actitud de la UE y de EE.UU. ya ha sido criticada por varias ONG, así como por líderes religiosos de distinto credo, el papa Francisco incluido; quienes reclaman solidaridad, levantar las restricciones y sanciones a Siria, y aparcar las implicaciones políticas.

    Habrá quien piense que el Gobierno sirio ya estaba sacrificando a sus ciudadanos, quienes han sufrido la guerra, el Covid-19, el cólera, y la gripe; pero eso no es excusa para que Occidente no se una a los ‘cascos blancos’ de la Defensa Civil Siria que, desde la oposición, y en territorio disputado por los rebeldes a Damasco, el Ejército Sirio Libre (ESL), la facción de Al Qaeda Hayat Tahrir al-Sham (HTS), el ISIS, y otros grupos armados turcos y kurdos, luchan para que la población siria no se vea doblemente castigada. La existencia hasta ahora de un único paso fronterizo, Bab el Hawa, también afectado por el terremoto, nunca debió impedir la apertura urgente de nuevas vías de comunicación ante una tragedia que requiere medicamentos, material quirúrgico, sanitarios, ingenieros, y maquinaria pesada y de rescate, además de generadores y combustible, para asistir primero, y ayudar a reconstruir después, una zona de 4 millones de habitantes pobres y 800.000 desplazados.

    Tanto Erdogan, como Bashar al-Ásad, han reaccionado tarde. La oferta de este último para distribuir la ayuda no parece muy fiable; pero tampoco Erdogan resulta digno de confianza plena. Además, para eso están las ONG, los organismos internacionales, y los convoyes humanitarios. Ellos sí son capaces de gestionar la ayuda al margen de intereses políticos. Occidente, la ONU, EE.UU. y la UE, deben responder con decisión y celeridad, sin escatimar esfuerzos, y evitando prejuicios. Sólo así demostrarán una solidaridad que ahora, tanto turcos como sirios, necesitan más que nunca.

    13 feb 2023 / 06:00
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