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“Tuyo es el mañana”

    BUSCANDO en el baúl de los recuerdos aparece un viejo himno de la transición con una letra que no ha perdido vigencia. “Habla pueblo habla, tuyo es el mañana, habla y no permitas que roben tu palabra”. Sigue la canción de melodía pegadiza exhortando al voto que vence todos los miedos y levanta una democracia de todos. Los miedos de entonces eran el franquismo aun latente y los radicalismos de todo tipo que recelaban del sistema democrático burgués que se estaba fraguando. El de ahora es un virus contra el que antes o después habrá una vacuna, y que de momento requiere la vacuna del voto, la papeleta que tiene la virtud de fortalecer las defensas del cuerpo social.

    Ese robo de la palabra al que alude la histórica estrofa ha adquirido en estas elecciones una forma sibilina e insidiosa. Por diversos medios se ha querido enturbiar el proceso electoral con informaciones alarmistas que, partiendo del hecho real de un rebrote de contagios en A Mariña, pretendieron servir de apoyo para suspender los comicios en la zona afectada. Tal exigencia no era inocente. El resultado global quedaría alterado y se abriría la puerta a cuestionar las elecciones en su conjunto. Galicia se situaría en un limbo o en un purgatorio. Quedaría inerme en la fase más aguda de la crisis económica que se avecina.

    El respaldo jurídico o sanitario a esta exigencia de suspensión, era inexistente. Ni las autoridades sanitarias ni la junta electoral consideraron que el rebrote fuera un obstáculo para ejercer el derecho de sufragio. Actividades sociales más arriesgadas que acudir al colegio electoral no fueron cuestionadas por los mismos que pedían cerrar las urnas. La cancelación del proceso se reclamaba aquí, no en el País Vasco a pesar de que allá se están produciendo rebrotes semejantes.

    Nadie parecía recordar que las elecciones generales de 2004 se celebraron tres días después del peor atentado terrorista de la historia de España, sin tener la seguridad de que la amenaza estuviera plenamente conjurada.

    Todo ese cúmulo de argumentos no hizo mella en quienes se propusieron enrarecer los últimos días de la campaña con un miedo parecido al que combatía el himno de la transición. Salió a relucir un sospechoso miedo al voto que se ya se pusiera de manifiesto cuando se produjo la convocatoria electoral. En aquel entonces se rechazó la fecha por ser prematura, y ahora se quiso forzar una suspensión aprovechando una crisis focalizada cuyo control, es bueno reiterarlo, no exigió el confinamiento de la población.

    Hubiera sido congruente con el alarmismo que, aquellos líderes que clamaban por la suspensión, pidieran a sus partidarios que no fueran a votar aunque las autoridades permitieran el desarrollo de las elecciones, y sin embargo ese llamamiento no se produjo. Fue la prueba definitiva de que el miedo que se propagó era más político que sanitario. Han sido muchos los hábitos alterados por la pandemia. Afectan a la forma de trabajar, a las relaciones sociales y hasta a los saludos.

    El voto, sin embargo, continúa siendo un instrumento insustituible, y el día de las elecciones es ese momento mágico en el que el pueblo se manifiesta, o habla como decía el himno.

    11 jul 2020 / 19:26
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