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¿“Un día” de la madre?

El «día de la madre» no debería reducirse a veinticuatro horas, de las cuales más de la mitad se ven copadas por los regalos y el ir y venir de visitas y saludos. Un exceso de jolgorio que impide ver revolotear y gozar serenamente de tan gran misterio.

Un anciano y casi moribundo padre intentaba visualizar de algún modo a su difunta madre, de la que apenas tenía memoria. Me impresionó aquel detalle. Se ve que aun estando mal, esos recuerdos tan naturales vienen a la cabeza.

El «día de la madre» no debería reducirse a 24 horas, de las cuales más de la mitad se ven copadas por los regalos y el ir y venir de visitas y saludos. Un exceso de jolgorio que impide ver revolotear y gozar serenamente de tan gran misterio.

A ese anciano desmemoriado por el paso de los años, yo le daría una imagen, si la tuviera, de su madre. Sería para él su mejor regalo.

En las artes plásticas hay cantidad de representaciones de la maternidad. Lo complicado es decantarse por las que más nos puedan llegar a encandilar.

Uno de nuestros más cercanos artistas que la han retratado es el dezano pintor José Otero Abeledo (Lalín 1908-Vigo 1996), nuestro Laxeiro, a quien en 2022 le dedicamos especial relieve como protagonista que es del Día de las Artes Gallegas.

Son sus pinturas de gruesos trazos. Sus dibujos de finas líneas. Sarcásticos, algunos cuadros. Tenebrosos e ingeniosos otros. Así son también sus numerosas «maternidades». Quizás haya pensado mucho en ese tema, pero lo cierto es que no dejó nada por escrito. En cambio, se muestra más franco cuando, enfermo, refleja en su diario estas palabras que no siempre se viven o entienden: (...) llegué a la conclusión de que siempre me encuentro solo en los momentos que necesito a alguien a mi lado que me quiera sin ninguna clase de egoísmos, y no hay; cierro los ojos y peor, palpo y nada me encuentro que me sostenga sólo me queda el arte, la pintura, ésta es mi única verdad, todo lo demás es mentira estéril [Solo y triste. Vigo, 20.08.1989]

Es la queja de un hombre que aun estando en constante relación con amistades y personas de todo tipo y condición, siente el vacío de la soledad, del verdadero cariño que solo una madre o un padre entregados pueden ofrecer sin temor a perder nada de sí mismos.

Laxeiro se desvivió por sus amigos. Prueba de ello son los retratos que dedicó a alguno de ellos, como el que vemos, por ejemplo, del virtuoso violinista Manuel Quiroga Losada (Pontevedra 1892-Santiago de Compostela 1961).

De Quiroga, en concreto, Laxeiro habría podido apreciar su arte para componer y la destreza para interpretar brillantemente un difícil repertorio que él mismo con frecuencia solía ejecutar pues para sí lo componía, al menos, en gran parte.

Una de esas piezas, realizada quizás en 1948/49 la titula Canto amoroso. Es una breve obra de cámara, para violín y piano,sin letra, que destaca por el lirismo que le imprime el timbre de un violín cuya singular resonancia, dulce y penetrante, hace que suene más íntima y sugerente.

No consta que Laxeiro la haya escuchado, pero es posible. Por contra, consta que alababa los lugares que le acogieron.

Viajó a Argentina y ahí residió durante una de sus mejores y fructíferas etapas. Fue su lugar de oportunidades, donde se sintió casi como en su Galicia natal a lo largo de veinte años. De esa estancia siempre tuvo grata memoria siendo un gran admirador de esa tierra: La quiero mucho, escribió en su Semblanza autobiográfica.

Quiroga también viajó por medio mundo con su violín, teniendo aprecio y siendo apreciado por Europa y América.

Ambas obras juntas, una Maternidad de Laxeiro y ese Canto amoroso de Quiroga, ¿casan bien? Es cuestión de pareceres.

Podría escoger otras maternidades, de las muchas que se han dibujado o esculpido, y también otras piezas musicales más conocidas, pero presiento que el resultado sería parecido. Lo que es bello embelesa.

En las antípodas, en cuanto a estética y época se refiere, está otro canto que llega como una saeta y es asequible para quien quiera escucharlo en cualquier momento, sin necesidad de rebuscar entre los temas de los grandes clásicos gallegos de nuestro tiempo.

Quizás ya tuvieron oportunidad de hacerlo pues triunfó en un show televisivo reciente. La canta un niño y es obra de una joven talentosa gaditana: María Carrasco Jiménez, conocida como María Carrasco (Torrecera 1995). No llega a la treintena, pero se ve que arte y sentimiento le corren por las venas.

Su tema Madre del disco hablando con la luna, tiene un texto que recoge el sentir de todo hijo agradecido y de cada madre orgullosa de serlo: Madre, madre solo hay una/ y al mundo le dices como mi niña ninguna/ madre, madre solo hay una y como mi madre pa’ mi ninguna // Soy sangre de tu sangre, que cosa más grande/ yo quiero parecerme tanto a ti/ y a Dios le pido te deje conmigo/ quiero que estés siempre junto a mí. /Madre, madre, madre.

Pese a todo, muchos coincidirán conmigo en que las madres son personas por las que se suele sentir un afecto especial y único, que no es algo fácil de expresar con palabras.

Aquel anciano padre que mencioné le habrá dado mil vueltas en la cabeza y, ni así lograba colmar su deseo de volver a verla.

¿Un día?... Mil: ¡siempre!

01 may 2022 / 01:00
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