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¿Un mundo más vulnerable?

    AL finalizar la Segunda Guerra Mundial, el mundo deseaba olvidar los horrores vividos y centró sus esfuerzos en la búsqueda de estabilidad y seguridad duraderas, que, aunque no fueron plenas por la existencia de los dos bloques ideológicos opuestos, sí fue posible alcanzar el Estado del Bienestar y, a partir de 1989, también la seguridad, al caer el imperio soviético.

    El progreso económico se auto alimentó con el fomento del consumismo; las nuevas tecnologías permitieron conocer en tiempo real, lo que sucedía a nuestras antípodas; se generalizó la prestación de los servicios públicos básicos. Europa vivió como los habitantes de la “ciudad alegre y confiada” surgida de la imaginación de Don Jacinto Benavente, a pesar de turbulencias puntuales. Parecía que todo estaba bajo el control del ser humano.

    En la segunda década del siglo XXI, estabilidad, prosperidad y seguridad se vieron amenazadas. Las crisis económicas han supuesto un duro golpe, para el Estado del Bienestar, que se ha intentado mantener con la política de déficit presupuestario e incremento del endeudamiento.

    Los conflictos armados locales y el hambre han desencadenado movimientos migratorios masivos hacia Europa, generadores de una gran inestabilidad social y política y del olvido de la solidaridad.

    El mundo global propiciado por las comunicaciones ha ocasionado modificaciones en los terrenos económico, político y social, no siempre positivas: transmisión de noticias falsas; paralización de centros de datos y acceso delictivo a ellos para modificar la realidad o influir políticamente; crecimiento del comercio de ciertos países con los que resulta difícil competir...

    El progreso de la investigación en determinados sectores puede producir consecuencias futuras difícilmente evaluables; ahí está el ejemplo de la COVID-19, que ha llegado a paralizar de forma simultánea la actividad de numerosos países, y producir daños inimaginables.

    No olvidemos los movimientos populistas de todo signo, surgidos de la inestabilidad económica, social y sanitaria. Hechos como estos deberían hacer recapacitar a los dirigentes políticos y económicos, pues tal vez, por soberbia, se ha llegado demasiado lejos en determinados ámbitos, sin valorar las consecuencias de investigaciones que pretenden cambiar el curso de la naturaleza.

    Desde hace un año somos más vulnerables e insignificantes; ¿sería aconsejable un tratamiento individual y colectivo a base de prudencia y humildad?

    27 mar 2021 / 01:00
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