Una de étimos

EL estudio del origen de las palabras no se queda en una forma de entretenimiento para curiosos desocupados, sino que suministra informaciones útiles para ilustrar aspectos del presente. Valga la etimología de político como botón de muestra.

Es saber mostrenco que la voz griega de que deriva se compone del sustantivo polis que vale por ciudad con añadidura del sufijo que indica lo tocante a ella, declarativa de la función que se espera desempeñen los ciudadanos que se dedican a ese servicio público. Pero, desgraciadamente, en lugar de hacer honor al nombre con que acostumbran a presentarse, se dedican los políticos a mancillarlo desplegando sin pudor ninguno el repertorio de las malas artes del oficio.

Pero hay otra manera de entender la cosa, descubierta en la Edad Media cuando el latín se convirtió en lengua de tradición y sus cultivadores dieron con el recurso erudito de la llamada manipulación etimológica. Su objetivo era la creación de significados nuevos por arrimo de uno de los formantes de la palabra estión con otra similar. Si se relaciona político con griego polos. ‘firmamento, cielo’, obtenemos un significado ‘celestial’, que le viene como anillo al dedo a nuestra clase política.

Justifica en efecto el (des)calificativo su probado desentendimiento y aún desprecio de las necesidades de los mortales comunes, alias terrícolas. Independizada la política de las consideraciones éticas, los vivales que han hecho de ella su modo de vida vividera han tornado lacayos de los poderes económicos y esclavos de sus ambiciones mercenarias... Carente de ideales nobles, la política se reduce a la lucha a muerte por asegurarse el disfrute de los privilegios del poder insolidario.

Urge que los políticos bajen de su celestial instalación y se ocupan de las pequeñas grandes cosas de las que dependen el bienestar de sus representados. De otra manera, sobran motivos para temer que el futuro de la democracia tenga feo pronóstico.