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Reseña Musical

“Unha mañá de clásicos”, por la Banda Municipal

    Concierto dominical de la Banda Municipal dirigida por su titular Casiano Mouriño Maquieira, en el Auditorio de Galicia-12´00h .-, en un programa que responde al reclamo de páginas instrumentales operísticas, algunas suites orquestales y de ballet y una obra de gran colorido sonoro por su poderío, la “Marcha eslava en Si b m. Op. 31”, de P.I.Tchaikovski, quien vuelve a congraciarnos con momentos elegidos del ballet “El lago de los cisnes”: “Escena”, ”Danza de los cisnes”, “Danzas húngaras” y “Valse”. La llamada “Danza eslava Op. 31”, es también conocida como “Marcha servo-ruso” o en francés como “Marche slave”. Un trasfondo bélico por lo enfrentamientos entre turcos y eslavos cristianos, que serán apoyados por Austria, Rusia y Servia. El tema llegará a manos del músico por sugerencia de su compañero de vivencias Nikolai Rubinstein, quien le invitará a pronunciarse componiendo una obra que diese testimonio de los hechos. Profundamente impresionado, no dudará en responder, realizando el trabajo en un tiempo relativamente breve y acabará estrenándose en Moscú el 17 de noviembre de 1876, con una entusiasta respuesta de público.

    Cuatro secciones desde una primera en la que utiliza canciones serbias populares, “Sol brillante, ya no brillas igual” y “Con mucha alegría el serbio se convierte en un soldado”, para pasar a un motivo que describe las atrocidades. Una constante que será eje común en toda la pieza, en la que la segunda sección, resulta la parte primordial, pero siempre se mantendrá en todo momento, el climax que pretende la escritura de una obra tensa, en la que la sección final, describe con arrebato la marcha de los voluntarios rusos en su ayuda a los servios. Algunos de sus aspectos, podrán recordarnos a una de las obras más populares, la “Obertura 1812” y abundan los registros llevados a cabo por grandes directores al frente de orquestas de élite.

    Verdi de nuevo por la “Escena y gran marcha triunfal” de la ópera “Aida”, composición de inmenso despliegue en su orgánico de imprescindible exigencia, especialmente en los metales entre trompetas, trombones, y demás recursos, por las imposiciones de argumento y puesta escénica, destinadas al Teatro de la Ópera de El Cairo, el 24 de diciembre de 1871 y que habría de tutelar Giovanni Bottesini. Ese despliegue fastuoso que engancha al aficionado y que ha convertido a esta obra de madurez, en uno de los grandes espectáculos escénicos por su despliegue, por lo que solo grandes coliseos asumen tan descomunal reto. Sacerdotes, sacerdotisas, ministros, soldados, tropa hasta quedarse traspuesto, mientras nos dejamos arrastrar por ese imaginario Egipto del período de los Faraones. Con seguridad, se acepta como el genuino estreno, el ofrecido en el Teatro alla Scala milanés, el 18 de febrero bajo la dirección de Franco Faccio- el nombre del personaje, movería hoy a cierta sorna- y entre los divos relevantes, una “Aida” de Teresa Stolz, una “Amneris”, de Maria Waldmann, un “Radamés” o un “Amonasro”, de Adriano Pantaleoni.

    Berlioz con “La Damnation de Faust” (La condena de Fausto), de la que se toma la “Marche Hongroise”, según el tratamiento de Tamanini. Gran formato operístico en el estilo “alla francesa”, el mismo que tentará al Verdi de “Aida”. Una leyenda dramática en cuatro partes y con libreto del propio autor, siempre ambicioso con sus magnánimos proyectos y pensado como era preceptivo, para la “Opéra Comique” parisina, que subirá a escena el 6 de diciembre de 1846, llegando a nuestro país al Gran Teatre del Liceu, de Barcelona, en 1884, pero en el formato acostumbrado de versión de concierto, antes de repetir como ópera en 1903. El autor había compuesto antes “Huit scènes sur Faust”, en 1829, sirviéndose de esa idea para encarar esta aventura. Será en Hungría en donde trabará conocimiento de argumentos que dejarán elementos para situar la acción de la escena inicial en la llanura húngara. Una de las paginas que dará resultados de peso, será la inclusión de la “Marcha Rákóczy”, además de los números espectaculares de ballet entre gnomos y silfos

    Mikhail Ippolytov-Ivanov (1859- 1935), con la suite “Bocetos del Cáucaso”, en transcripción de M.G. de Arriba, con dos tiempos: “En el campamento de gitanos” y ”Cortejo de Sardad”. Un destacado alumno de Rimski- Korsakov” y eso se observa en el conjunto de su obra, además de haber integrado el grupo Belaive. Pasó algunos años en Tiflis, como director de la Sección Musical Rusa y llegó a tratar a Tchaikovski, del que sería amigo, colaborando en la posibilidad de estrenar la ópera “Eugene Onéguin”. Fue asimismo autor de óperas que todavía conservan vigencia entre los aficionados rusos, contribuyendo a la consolidación de otros grandes compositores, entre los que aparecía su maestro Rimski-Korsakov. Su estancia en Georgia, le permitirá acceder al conocimiento de temas caucasianos y orientales, asunto que ampliará con fortuna reconocible en las labores de recopilador de temática folklórica popular. A partir de 1893, fue profesor del Conservatorio de Moscú, en las materias de armonía, instrumentación, composición y dirección

    “El Lago de los cisnes”, ballet de Tchaikovski, tan frecuentemente programado por la “Banda Municipal” por su tentador atractivo. La divulgación de la soberbia trilogía balletística del ruso, conserva el espíritu de su incandescencia, que pasa sucesivamente desde “El lago de los cisnes” a “La bella durmiente” y al “Cascanueces”. Este ballet “El lago de los cisnes”, en sus cuatro actos, sobre un argumento de Begitchev y Gelster, producto de uno de sus viajes más afortunados y que actualmente invita a los tratamientos escénicos mas imaginativos, ante la suspicacia de los defensores a ultranza de las tradiciones más puras.

    11 abr 2021 / 01:00
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