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Universidad del futuro/presente

    AUNQUE trabaje en ella, rara vez dedico alguno de mis artículos a la universidad. Quizás es la prevención de quien está dentro de su organismo y, por tanto, se percibe con escasa perspectiva para hablar de lo que tiene ante sus mismas narices, de la misma forma que Jonás no podría hablar muy bien de las ballenas, por mucho que estuviera durante un largo tiempo dentro de una de ellas. La cercanía, en efecto, nos impide a veces tener una visión amplia del paisaje. Aunque, a cambio, permite observar los detalles que pasan desapercibidos desde fuera, como entomólogos aplicados.

    Pero hubo un artículo publicado hace apenas unos días en las páginas de ‘El País’ que me hizo reflexionar sobre la naturaleza y la misión contemporánea de la universidad. Creo que nunca he leído, al menos en los últimos tiempos, un artículo que tocara con tanta precisión, sin ambages, los males concretos de la universidad tal y como la conocemos, sus orígenes y sus causas. Me refiero a un texto titulado ‘La Universidad, academia ‘online’, del que es autora la catedrática de Sociología Helena Béjar.

    Aunque no tantas como cabría esperar (lo dice la propia Béjar), se publican de vez en cuando opiniones sobre la universidad española. Bien está discutir, con ideas sensatas sobre la mesa, pero mejor está llegar a acuerdos que puedan ser de utilidad. Más si hablamos de la Universidad, que, como su nombre indica, nos afecta a todos y tiene un papel decisivo, ha de tenerlo, en el desarrollo de los países.

    Antes de leer el artículo de Béjar, tan iluminador, había abordado otro publicado en el mismo diario por el presidente de la Conferencia de Rectores, José Carlos Gómez Villamandos, donde se insistía, creo que con razón, en la importancia de la autonomía y la financiación de las universidades como dos pilares sin los que la solidez de esta milenaria institución resulta poco menos que una quimera. Y tales observaciones se sustentaban en una comparación con muchas de las más punteras universidades europeas: a menudo enfatizamos su elevada posición en los consabidos ‘rankings’, que merecerían artículo aparte, pero no se habla tanto de las condiciones que les han permitido alcanzar esa posición tan privilegiada. Y es que no se llega a la excelencia por casualidad.

    La falta de espacio me impide profundizar en algunos de los muchos asuntos relevantes que Helena Béjar aborda en su artículo. Tendrá que ser en otra ocasión. Pero si hemos de decirlo con pocas palabras, creo que este texto toca la médula de algunas debilidades que afectan a la universidad del presente, que es a la vez la del futuro: la aceleración cotidiana, la profusión de tareas burocráticas y de gestión y el círculo vicioso que provoca que, a menos investigación, haya más docencia, y, por tanto, a más docencia, menos posibilidad de hacer investigación. Y así sucesivamente.

    Béjar deja claro que la Universidad no es una academia (tampoco ‘online’, aunque las plataformas a distancia se quedarán como herramienta), pero subraya que lo peor es agravar la creciente “enfermedad de la aceleración y del ‘multitasking”. La docencia es muy importante en la universidad, desde luego que lo es. Sin embargo, si queremos crecer en investigación, es necesario crear las condiciones ideales para ello. Y no que tantas veces se parezca a la tarea del héroe.

    04 ago 2021 / 01:00
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