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Universidad, vacunas y escenarios

    EN unas semanas finaliza el período lectivo en las universidades públicas; ojo, sólo el relativo a la docencia, porque continúan las tutorías, dos convocatorias de exámenes, trabajos fin de grado y fin de máster, tribunales, y la preparación de programas para el próximo curso. También nuestras tareas de investigación y de gestión. Y así hasta finales de julio. Pero rematan las clases, por lo que es buen momento para reflexionar sobre este segundo curso académico bajo pandemia.

    La docencia este año se ha impartido en el escenario más complejo de los tres posibles: el denominado escenario dos, que combina docencia presencial con atención virtual. Los equipos decanales han adaptado las facultades a la evolución de la situación sanitaria, intentando convertir sus centros en lugares más seguros; pero, lógicamente, atendiendo a los recursos y espacios disponibles; porque, si no hay aulas suficientes, poco se puede hacer.

    Los profesores impartieron docencia dividiendo los grupos, rotando la presencialidad de los mismos, repitiendo sesiones por videoconferencia, subiendo materiales a las aulas virtuales, grabando clases, etc. Es decir, multiplicando el trabajo que se les presuponía. Y el alumnado se ha ido adaptando de forma ejemplar, incluso los que vieron cómo la pandemia impactaba en sus familias. Nos sobrecoge cada correo recibido anunciando una cuarentena, o un contagio entre nuestros discentes.

    El ministro de Universidades no nos dice ahora cómo enfrentarnos a los exámenes. Imagino que está a la espera de que transcurran las pruebas, como hizo en anteriores convocatorias. Porque es más fácil hablar a toro pasado, y criticar luego dependiendo de cómo reaccionen y lo que demanden los estudiantes.

    Tampoco indica qué previsión tiene para el curso que viene, ni qué escenario vislumbra. Suponemos que, al igual que en el curso actual, tendremos que elaborar programas para tres posibles situaciones.

    Y lo que es peor: a los profesores universitarios no nos vacunan, imaginamos que o bien porque no somos considerados grupos esenciales, o porque Sanidad asume que el estudiantado con el que estamos en contacto diariamente no se desplaza ni tiene vida social.

    Y ojo, que se ha evidenciado que su comportamiento ha sido absolutamente responsable; pero no cabe duda que es el grupo de edad que ha tenido derecho a una mayor movilidad, y que mantiene un número más elevado de contactos familiares y sociales.

    También puede ser que las autoridades sanitarias consideren que los docentes universitarios no tienen personas mayores a las que cuidar, ni dependientes a su cargo, ni menores a los que preservar de posibles contagios.

    Las autoridades políticas y sanitarias presuponen, en todo caso, que los profesores universitarios se buscarán la vida para seguir cumpliendo, como siempre, con sus cometidos docentes, de investigación y de gestión, y que además se las apañarán para preservar su salud y la de quienes les rodean. Eso sí, en silencio, sin que la sociedad siquiera se dé cuenta.

    01 may 2021 / 01:00
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