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Urgencias fiscales

    NO hay tiempo y sí mucha urgencia recaudatoria. Dolor de cabeza para los gobiernos y malos augurios para populismos oportunistas. Los datos objetivos son indiscutibles, a saber, aumento del gasto público, caída de ingresos, parada brutal de la actividad, pero el echar mano de incrementos de la presión fiscal, directa e indirecta, sin haber reformado antes nuestro sistema fiscal, al objeto de volverlo más eficiente y más justo, es mal remedio.

    Y va la señora ministra de Hacienda y se descuelga diciendo que hay margen para lograr seis o siete puntos de PIB en tributos. Me da que peca de optimismo, repito, sobre todo porque no hay un plazo realista.

    Dicho esto, en la parte
    socialista del Gobierno central parece haber más pragmatismo fiscal que en la otra, cosa que no debería
    ser una sorpresa. Es decir, se mira más hacia el IVA, que aunque pueda escandalizar a bote pronto, no digo nada si el mazazo se acaba dirigiendo a las clases medias vía IRPF.

    Luz verde a tasas Google y Tobin, que en el mejor de las hipótesis, recaudarán en torno a 1.000 millones de euros por año, una gota en el océano de la necesidad. Envases de plástico de un solo uso y bebidas edulcoradas y azucaradas llevarán un IVA más alto, pero seguro que hay holgura para subírselo a ciertos bienes que son consumidos por rentas altas y andan por ahí escondidos con tipos reducidos y superreducidos, dañando objetivamente la justicia fiscal distributiva.

    Quien lea estas líneas echará de menos una referencia a las Sicav, pero el Gobierno también ha puesto en ellas alguna esperanza, poca la verdad. Se sigue dudando de la naturaleza colectiva de la inversión ahí remansada, habrá que seguir vigilando, pero poco se rascará.

    La verdad es que siempre volvemos a los mismos tópicos, porque aumentar la recaudación por IVA también se puede conseguir luchando más eficazmente contra el fraude, pero lo más seguro es que los servicios de dentistas, terapeutas y colegios privados tributen al 21 por ciento.

    Por más vueltas que les demos, el Estado pierde recursos a chorro e ingresa bastante menos que antes.
    Y una heterodoxia, el IVA
    no es tan malo como se di-ce. Los tipos menores se pueden adaptar a los contribuyentes menos pudientes y
    –algo muy importante– se supone que siempre se traslada, repercutido en
    el precio.

    Pero realmente esto dependerá de las condiciones de los mercados y, en ocasiones, para vender, el oferente se comerá parcialmente el tributo. Permítanme el palabro “elasticidad” en la demanda de ciertos bienes, es decir, productos no indispensables. Y ocurre.

    21 oct 2020 / 00:00
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