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Vacunas, niños y otros colectivos

    PESE a los sustos que nos han dado con las vacunas frente al SARS-CoV-2 las agencias reguladoras, lo importante es recibir la dosis. Lo urgente es estar inmunizado. Pero no sólo unos pocos. No. Todos. Y cuanto antes, mejor. Mayores y jóvenes. Adultos y niños. Por eso lamentamos la ineficaz gestión de nuestras altas instituciones, y los ridículos prejuicios políticos de organismos europeos hacia ciertos países y empresas biofarmacéuticas. Entre los grupos vulnerables, las personas de edad avanzada deben ser priorizadas.

    Y parece ser que, aun con un notable retraso, el 80 % de la población mayor de ochenta años ya ha sido vacunada. Pero, ¿desde cuándo han dejado de ser vulnerables nuestros niños y niñas? ¿Acaso ellos no constituyen un sector sensible? Sí lo son. Se contagian y contagian. Quizá menos, o con menos riesgos; pero su situación y vulnerabilidad es igual de inquietante. De ahí los grupos burbuja y el cierre atípico de colegios. Hay estudios, como el elaborado por el Centro Helmholtz de Múnich, que incluso señalan que los niños se infectan hasta ocho veces más de lo que las pruebas PCR son capaces de detectar.

    Nos preocupa un trombo entre un millón de adultos, pero no nos angustian los casos poco frecuentes de niños que quedan con secuelas irreversibles, o que no son capaces de superar la enfermedad y terminan falleciendo. No lo entiendo. Precisamente ellos, nuestros pequeños, quienes nos han dado una lección de resiliencia y ejemplaridad durante los peores momentos del confinamiento y las restricciones sanitarias. Necesitamos fármacos infantiles y ensayos clínicos pediátricos, pues ni la cantidad de dosis ni los resultados en adultos son extrapolables debido a la fisiología y al singular sistema inmunitario de nuestros pequeños.

    Su seguridad debe primar. Así lo asegura Federico Martinón, jefe de pediatría del CHUS y coordinador de un equipo internacional de investigadores que trabaja en ensayos punteros de vacunas COVID para niños. La farmacéutica BioNTech también señala estos días que el inoculado de Pfizer es eficaz en adolescentes. Ojalá así sea, pues éste y otros antivirus serán esenciales para alcanzar la inmunidad de grupo. De hecho, como señala el prestigioso doctor Martinón, postergar a los impúberes en el proceso de vacunación supondría dejar fuera al 25 % de la población mundial.

    También los jóvenes deben ser inoculados. Las estadísticas dicen que no temen al contagio, y esto los convierte en potenciales e involuntarios transmisores. De ahí que ya hayan sido priorizados en varios países, al igual que esos sanitarios que han estado siempre en primera línea frente a la COVID-19, o los maestros y otros sectores docentes, e incluso nuestros policías y militares. ¡Qué hubiese sido de nosotros sin ellos! Pero hay colectivos a los que no podemos abandonar, como los padres de hijos dependientes, los marineros, los taxistas y autobuseros, los comerciantes y trabajadores en tiendas y centros comerciales, el personal de administración y servicios, o los profesores universitarios, de los que el sistema de salud y las autoridades políticas parecen haberse olvidado.

    01 may 2021 / 01:00
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