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Vale, pero cuidado

    HOMBRE, a mí también me sorprendió la largura del tiempo previsto para prolongar el último, hasta ahora, estado de alarma propuesto por el Gobierno. De aquí a mayo del año que viene pueden pasar tantas cosas, como se ha visto que pasaron desde marzo de este hasta aquí, que me temo que se irá haciendo necesario ir tomando y modificando decisiones con mucha frecuencia.

    Hasta ahora, y no sólo por el relativo caos informativo en que vivimos,
    las circunstancias pandémicas han ido cambian-
    do con evidente rapidez,
    especialmente, por cierto,
    a causa de nuestros cambios de comportamiento según iban apretando o aflojando las normas que se fueron improvisando en nuestro complejo sistema administrativo.

    Sin embargo, y a pesar de las diversas y contrapuestas explicaciones, políticas y técnicas, que se dan para justificar tanto la prolongación como el acortamiento del plazo de la alarma, creo que hay una que merece una especial consideración, incluso si se basase sobre un mero capricho diferenciador: si el plazo que se fije puede ser objeto de un acuerdo político, aún manteniendo prevención para poder cambiarlo sobre la marcha si fuese necesario, me parece que la propia declaración del estado de alarma saldría reforzada al contar con un respaldo parlamentario lo más amplio posible.

    Si gracias a ese acuerdo hiciese que, además del PSOE, claro, y sus aliados de investidura, o muchos, además del PP y Ciudadanos, apoyasen conjuntamente la declaración del
    estado de alarma, sería
    una muy buena cosa. Desde luego, se trasladaría a la ciudadanía una imagen ciertamente rigurosa de la situación.

    Si ese acuerdo incluyese también a las comunidades autónomas, aunque a veces parezcan comportarse más como arietes de partido que órganos de autogobierno propiamente dichos, mejor que mejor. Algún día quizá nos expliquen como es posible que Cataluña y Euzkadi tengan al respeto un comportamiento aparentemente más responsable, o corresponsable, si quieren, que Galicia, que no derive únicamente de la afiliación partidaria de su presidente. No es un buen momento para usar a Galicia como ariete de nada contra nadie.

    Eso sí: si todo ese acuerdo sólo sirviese para que, con una periodicidad agobiante, se produzcan en el Congreso de los Diputados debates, ¿qué digo debates?, no discusiones, grescas, no de control, sino de agria y tabernaria bronca, como los que se produjeron durante el anterior estado de alarma, entonces habremos perdido una oportunidad más. Y habría que preguntarse para qué nos representan los que nos representan.

    29 oct 2020 / 00:00
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