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Reseña Musical

“Vendado es amor, no es ciego”, de José de Nebra, zarzuela barroca dirigida por Alberto Miguélez Rouco

    Nueva aportación escénica en la Programación Lírica de Amigos de la Ópera de A Coruña, en el Teatro Colón, para hoy y mañana , con la zarzuela barroca de José de Cañizares “Vendado es amor, no es ciego”, estrenada en 1774, por la Compañía de Parra, y esta vez en versión de concierto en la que participarán el grupo “Los Elementos”, con instrumentos de época bajo criterios filológicos, que dirige Alberto Miguélez Rouco, que con fortuna han llevado a registro con la prestigiosa firma “Glossa”, en primera grabación con excelente acogida por la crítica especializada. En el cuadro de solistas, contaremos con la mezzo Carol García- “Venus”, que repite tras seguirla en el rol de “Casta”, de “La verbena de la Paloma”; el barítono Borja Quiza- “Narrador” y “Títiro”, un incondicional de temporadas en los distintos ciclos y roles operísticos; la soprano Alicia Amo- “Eumene”-; la soprano María Loureiro- “”Diana”- y la soprano Amalia Montero Neira-“Brújula”. “Los Elementos”, como formación instrumental, nos lleva a la “Schola Cantorum Basiliensis”, centro internacional por excelencia para el cuidado de repertorios que añaden a estas modalidades artísticas.

    José de Nebra Blasco (1702/ 68), destacó en el ámbito de los géneros sacros, la música instrumental y el repertorio de ópera y zarzuela barroca. Habrán de pasar los años tras ejercer como organista de las Descalzas Reales y de participar con el clave en los fastos del divino Farinelli y sus montajes, al servicio de Fernando VII y Bárbara de Braganza, integrándose en su orquesta. Importa destacar la etapa posterior en su carrera en la que se centrará en la producción escénica y a partir de 1743 en una madurez consolidada, a finales de ese año, se dedicará a esa forma de zarzuela de tintes barrocos, dando a conocer “Viento es la dicha del amor”, uno de esos espectáculos que las renacidas corrientes historicistas, han recuperado con fortuna, paseándola con prestancia en los festivales de mayor reclamo, para la que se basaría en un libreto de Antonio Zamora. Años de resonantes reconocimientos y que para mayor abundamiento le permitirá tomarse la libertad de revisarla añadiendo importantes cambios, con la intención de adecuarla a las demandas en boga, estimuladas por las influencias italianizantes, aunque manteniendo la rica tradición de las raíces propias.

    De esa forma, entregado con seguridad al estilo de la zarzuela barroca, dará a conocer “No todo indicio es verdad”, y “Alexandro en Asia”, anuncio de lo que llegará de inmediato, es decir, la que nos afecta “Vendado es amor, no es ciego”, “Donde ay violencia, no ay culpa” (curiosamente, ambas, le serán atribuidas), “Cautelas contra cautelas” o “El rapto de Ganímedes” del año 1745, en el que pujando a lo grande, el Ayuntamiento capitalino, sabrá no escatimar esfuerzos para consolidar el necesario presupuesto, tanto en lo artístico como en lo económico para el necesario montaje, animándose a facilitar la inauguración del Teatro del Príncipe, tras una profunda reconstrucción y para el que contará con las dos compañías nacionales. Vendrá sobre seguro otro espectáculos como “La colonia de Diana”, “Para obsequio a la deidad, nunca es culto de la crueldad”, “Iphigenia en Tracia”; “Antes que celos y amor, la piedad llama al valor”, “No hay perjuicio sin castigo”, todos en el espacio de tan solo dos años, para los que tendrá como libretistas a José de Cañizares y Nicolás Martínez González. Será con este último, que conseguirá dar un nuevo impulso a la zarzuela barroca.

    El mismo día de la muerte de José de Nebra, el 11 de julio de 1768 Ramón de la Cruz y Rodríguez de Hita, estrenaban su zarzuela heroica “Briseida”, punto de llegada de una tradición que hacía confluir las tradiciones de la ópera seria con las formas teatrales neoclásicas. Con estos autores, y en la temporada 1768, sería la oportunidad de presentarse la inevitable alternativa, representada por “Las segadoras de Vallecas”l antes de saltar al año siguiente con la zarzuela de corte burlesco “Las labradoras de Murcia”, abriéndose un camino para la incorporación de elementos populares y locales, sobre tramas más próximas a la cotidianeidad del público de entonces, en perfecta consonancia con los aires que soplaban por Europa, con profunda influencia del “dramma giocoso” italiano, y la dependencia asumible con las variadas tradiciones nacionales.

    Soplan efectivamente vientos en los albures del XIX, para la confirmación de rasgos que refunden el género zarzuelísitico. Hasta entonces, más allá de los de los orígenes hispanos, la pervivencia del género zarzuelístico, se debió en parte a una de sus características fundamentales: su flexibilidad y capacidad de adaptación. Ese rasgo se mantendrá visible tanto en los aspectos externos relativos a la producción como en los últimos derivados de su capacidad de asimilación de diversas formas y procedimientos dramático-musicales. La integración de las zarzuelas dentro de las temporadas corrió pareja con su adaptación a las estructuras de las compañías imperantes hasta entonces.

    19 sep 2020 / 00:00
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