Venimos de Ur, la cuna de Abraham

SE bendice a los peregrinos jacobeos con un “Oh Dios, que sacaste a nuestro padre Abraham de la tierra de Ur de los Caldeos...”, con la mención del primer peregrino que caminó hace cuatro mil años en busca de una tierra prometida por Yahvé. Lo honramos como fundante de la fe monoteísta que compartimos judíos, cristianos y musulmanes.

El papa Francisco se reúne con líderes mundiales en búsqueda de paz mundial, conjura del terrorismo y entendimiento entre religiones. Se vio con el gran imán Ahmad Al-Tayyeb, y de ahí salió la excitante encíclica Fratelli Tutti, y el sábado pasado se reunió con el líder de la facción chiíta, Al Sistani. Hace frente contra el terrorismo internacional fortaleciendo los valores religiosos de la paz y del entendimiento entre diversos.

Es un ecumenismo de la amistad: fomenta afecto en distancia corta y riega las raíces comunes que nos unen: la de Abraham, al que dijo Yahvé Dios: “Mira al cielo y cuenta las estrellas; así de numerosa será tu descendencia”: judíos, musulmanes y cristianos somos esos descendientes, llamados a colaborar juntos para una necesaria civilización de paz.

“La fraternidad es más fuerte que el fratricidio, la esperanza es más fuerte que la muerte, la paz es más fuerte que la guerra”, voceó en Mossul, la antigua ciudad de Nínive, destruida en 2014 por el ISIS. Lo dijo entre las ruinas de esa ciudad milenaria, rodeado de turbantes de todos los diseños.

Dios le pidió a Abraham que mirara el cielo y contara las estrellas. En esas estrellas vio la promesa de su multitudinaria descendencia, nos vio a nosotros, judíos, cristianos y musulmanes.

Somos prisioneros de la actualidad limitada a un solo día y nuestra civilización desprecia los valores del espíritu. Nos toca alentar y aplaudir esos encuentros, fecundos a medio y largo plazo.