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Viajeros en España en el siglo XXI

    TODO el devenir político tendrá su interés, aunque tienda a enquistarse y a autocitarse, pero la realidad más cruda de este país va más allá de las disputas ideológicas y a las confrontaciones cotidianas. Por supuesto, la tensión complica la vida de los ciudadanos y crea poderosos obstáculos a la acción política, siquiera sea por esa estética del obstruccionismo. Pero, a pesar de todo eso, a pesar de la tendencia a marear el relato, que es marear la perdiz, los problemas más profundos están algo ausentes de los rifirrafes políticos. Y es posible que esa sea la peor noticia.

    Pensé en eso leyendo el último artículo de Simon Kuper, periodista del ‘Financial Times’, que se popularizó recientemente. Kuper, que ha vivido el último año en Madrid, escribe sobre su visión de España, un poco como aquellos viajeros de los siglos XVIII y XIX, que desnudaban nuestras debilidades, con más o menos justicia, y elogiaban, a veces, nuestras virtudes. También lo hicieron algunos de los celebrados hispanistas, como Ian Gibson, que ofrecen esa mirada exterior, informada, claro está, tan necesaria a la hora de aportar cierta objetividad a los análisis patrios. Bien está saber cómo nos ven los otros.

    Lo más impresionante de la mirada de Kuper es que no cree que las diferencias políticas sean nuestro mayor problema. Cree, eso sí, que nos distraemos a menudo con asuntos que no son fundamentales, pero el país que no lo haga que tire la primera piedra. Las redes nos han llevado a esa costumbre de la confrontación, la política se ha instalado en la discusión permanente. Discusión estética.

    Simon Kuper, como aquellos viajeros, ha recorrido España, aunque él lo ha hecho en trenes de alta velocidad, pero no sólo. Elogia las infraestructuras, por modernas y recientes (lo que supone una diferencia con Europa, que, en general, las construyó antes), y, por supuesto, tiene grandes palabras para la hospitalidad y la esperanza de vida, que, dice, en 2040 podría ser aquí la más alta del mundo. Kuper tiene una visión positiva del momento actual, y mucho más de los últimos 40 años, “que han sido los mejores del país”, explica, citando al escritor Javier Cercas. No tan buenas son sus palabras sobre la calidad de los pisos que habita el español medio, o sobre la renta media anual... aunque llama a Madrid “el Londres de España” y dice, literalmente, que está “compitiendo con Miami para convertirse en la capital del mundo de habla hispana...”.

    Pero Simon Kuper cree que hay un enemigo mayor que la confrontación y la polarización. Es el cambio climático: la desertización y la despoblación. “Momentos después de que tu tren sale de Madrid o de las costas, entras en el interior casi abandonado”, escribe. He ahí el verdadero mal. Para Kuper, parece aceptado por los gobernantes que “la despoblación del interior es imparable” y a veces, señala, “el único signo de actividad humana [es] un grupo de aerogeneradores distantes”. Concluye que “la crisis que se avecina en España es el cambio climático”. Y añade: “partes de España están en su punto más seco en un milenio. Los campos yermos (...) que se ven desde las ventanas del tren parecen del norte de África”. Quizás sea la alarma en la mirada de un extranjero, una mirada independiente.

    08 ago 2022 / 01:00
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