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Virus que altera el lenguaje

    ESTA pandemia no deja títere con cabeza. Tras meses de confinamiento o reclusión, nada permanece inmune. Ni la salud ni la economía ni el trabajo han quedado exentos de sufrir unas repercusiones todavía por escudriñar. Incluso el lenguaje ha padecido su impacto. Primero fue el ámbito laboral y educativo.

    Tuvimos que acostumbrarnos al teletrabajo, a los webinarios, a las plataformas virtuales, a las aplicaciones telemáticas, a las herramientas digitales, al proceso de enseñanza en línea, al aprendizaje electrónico (e-learning), y a la evaluación síncrona y asíncrona. Eso sí, el forzado lenguaje no sexista, inclusivo y con perspectiva de género del precolapso se ha relajado.

    Algo parecido aconteció con la nomenclatura del virus. Un coronavirus descrito técnica y científicamente como SARS-CoV-2, que provoca la neumonía china o de Wuhan; enfermedad rebautizada por la OMS como covid-19. Esta afección y dolencia, que debe ser aludida en femenino como la covid-19, ha motivado que ciertas especialidades médicas, hasta ahora poco mencionadas, formen parte de nuestro acervo lingüístico. Inmunólogos, epidemiólogos, o vacunólogos han visto cómo sus destrezas recobraban relevancia incluso para definir términos como superpropagador, infectado y contagiado, o expresiones como inmunidad de grupo, o de rebaño.

    La epidemia derivó en pandemia, e hizo que útiles de asistencia y trabajo como las mascarillas, los respiradores, los geles hidroalcohólicos, los guantes hipoalergénicos de látex, nitrilo y vinilo, o los equipos de protección individual EPI, puliesen nuestro habla.

    Hasta distinguimos entre los distintos test de detección. Ahí están las PCR (polymerase chain reaction) y RT-PCR (por retrotranscripción), más fiables y capaces de detectar y cuantificar el virus a través de su material genético ARN, el cual, gracias a una enzima denominada polimerasa transcriptasa inversa, logra convertir el ARN en ADN. Incluso, a través de infografías, ya diferenciamos entre los test inmunológicos y los test rápidos, de diagnóstico y de cribado, que ayudan a descubrir, a través de antígenos o anticuerpos, si un individuo ha estado contagiado.

    El léxico se llena de patógenos, pruebas serológicas y estudios de seroprevalencia; de falsos positivos y falsos negativos; de patologías previas, de proteínas, bastoncillos nasofaríngeos, saliva y mucosas; de verbos como triar y pasivar. Un pandemonio terminológico que combina neologismos, anglicismos y acepciones hasta ahora poco usadas o inexistentes.

    Quizá haya sido la cuarentena’, la obligación de cuarentenar, la causa de una verborrea que la RAE habrá de matizar para evitar asimetrías y desfases en las fases de desescalada y tras el desconfinamiento; es decir, en la nueva normalidad (The New Normal).

    18 may 2020 / 00:20
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