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Welcome to Cotobade!

No es verdad que todos los caminos conduzcan a Roma. Los del PP convergen en Cotobade, lugar edénico desde donde todos los comienzos de curso salen disparados a comerse el mundo político que se cuece en Madrid, para al año siguiente volver a empezar con el mismo propósito. Esta ruta repetida conforma ya un ciclo biológico popular que no tardará mucho en entrar en los planes de estudio de las facultades de Ciencias Políticas. Un ida y vuelta que convierte a este humilde ayuntamiento pontevedrés, al mismo tiempo, en origen y meta de los anhelos conservadores. En estos años de Casado en que les toca aguantar en la oposición, la carballeira de San Xusto en la que se reúnen en agosto tiene para ellos un efecto balsámico que les calma las ansiedades de Sísifo que acumulan durante el resto de los meses en la capital de España.

Y luego están los caminos del Santo Padre, que, como los del Señor, son inescrutables. Y más ahora que el cetro de san Pedro recae en una persona de nacionalidad argentina. Cuando Bergoglio habla, a veces no resulta sencillo discernir si lo hace influido por la gracia de Dios o por la verborrea porteña. En su última referencia a su esperada visita a Santiago de Compostela durante este Año Santo, después de las altísimas súplicas que a diario recibe para que emprenda este viaje, hasta puede que sus palabras estuviesen mediatizadas por la inesperada decisión de Ana Pontón y el disgusto que causó su intención de entregarse a jornadas de ejercicios espirituales para reflexionar sobre su futuro. “Si voy a Santiago, voy a Santiago; pero no a España, que quede claro”, remarcó el Papa ante un estupefacto Carlos Herrera, que comprobó in situ que la cocina de El Vaticano no es como la de Bertín Osborne.

“Si voy a Santiago, voy a Santiago; pero no a España, que quede claro”. Desde santa Teresa y su “Vivo sin vivir en mí” no se había escuchado nada igual de boca de una importante figura de la iglesia católica. Qué complejo trabajo les queda ahora a los exégetas de su obra, que deben interpretar si en esta expresión Santiago es un lugar únicamente espiritual, objeto de un mundo metafísico donde se diluyen las fronteras de la geografía política y hasta de la humana, o si, por el contrario, el Sumo Pontífice tan sólo sufrió un arrebato de sumo nacionalismo galaico o, tal vez, un sentimiento antiespañol iracundo y pasajero que sin duda su padre celestial, sumo indulgente, le sabrá perdonar previo rezo de un par de padrenuestros ante la tumba del patrón de España, precisamente en la catedral de Santiago.

Pero, en la misma entrevista a la cadena de los obispos, Bergoglio hace una matización a sus propias palabras que hay que considerar también como otra revelación de suma importancia: “Le prometí pensar el asunto al presidente de la Xunta de Galicia”. Al margen de que despache una de las peregrinaciones más importantes de la cristiandad, el camino hacia los restos de uno de los principales discípulos de Jesús, con un laico, frío y burocrático “asunto”, como si fuese un papeleo más de su faceta secundaria de jefe de Estado, hay que resaltar el lugar en el que deja al presidente de la Xunta, al que le atribuye un poder de persuasión casi milagroso y, desde luego, mucho mayor que el que le asigna a los santos de su religión. Para pasmo de arciprestes, arzobispos y creyentes en general, si el Papa viene finalmente a Compostela, lo hará por Feijóo, no por Santiago apóstol.

Se ve que el príncipe de Os Peares, que ya es un santo de la política, podría aspirar a altares mayores. Influye en el sucesor de san Pedro, se supone que algo también en el tiempo muerto pedido por Pontón, y Casado corre tras él como un corderito aturdido. ¿Qué tiene Feijóo, con peso moral en Roma y Madrid, poder en Santiago y mitra en Cotobade?

03 sep 2021 / 01:51
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