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Xacobe

Cuando oigo la palabra diario, lo primero que se me viene a la cabeza es la imagen oronda y entrañable de aquél formidable pariente de Sir Edward Montagu, Lord Sandwich, que alcanzaría fama universal sólo póstumamente, ya que la publicación de su obra en vida sólo podría haberle acarreado la ruina, la cárcel o la muerte. Estoy hablando del gigantesco Samuel Pepys (1633/1703), que uno descubrió a través de la lectura atenta y minuciosa de uno de sus muchos discípulos a considerable distancia histórica, don Álvaro Cunqueiro. Este personaje, que era político (fue, entre otras cosas, miembro del Parlamento británico, Secretario del Almirantazgo y hombre de confianza del Gobierno) y, esencialmente, vividor de primer orden y amante del amor, del buen vino y de la buena mesa. Al margen de sus gustos, que como se ve eran omnívoros, su capacidad de observación de la realidad era precisa y, con harta frecuencia, muy crítica y francamente destructiva. Su criterio era no sólo demoledor, sino enormemente práctico. Por eso, desde muy pronto, su actividad como cronista de su tiempo quedó relegada al anonimato por decisión (muy acertada) propia. Lo contrario habría sido, evidentemente, suicida... Encriptó sus notas con el método de Shelton, y no fueron transcritas hasta el año 1825, 122 años tras su muerte...

SERÉ FELIZ MAÑANA

Hoy no es necesario, evidentemente, tomar semejantes precauciones para publicar cualquier tipo de escrito. Ni siquiera un diario. Máxime cuando las nuevas tecnologías han dado paso a un tipo de edición directísima, que no ha menester de imprenta, papel o control por censura (como primer paso inmediato; la cosa se complica si pasa, efectivamente, al papel). Grandes iconos de las letras han publicado diarios esenciales. Por citar un solo ejemplo, cabría hablar de Andrés Trapiello. Hace poco, un tipo interesantísimo ha recurrido a Instagram para convertirse en un nuevo notario de la realidad. Tras comprobar que su número de followers iba en aumento y sus puntos de vista eran recibidos como agua de mayo, la cosa acabó por convertirse en libro. Y el resultado es absolutamente espléndido. Él es Xacobe Pato, librero de la Cronopios de Santiago, el volumen se llama Seré feliz mañana, y la editorial que lo ha hecho posible es Espasa. Su lenguaje es directo, muy simple, pero enormemente diáfano. Nos cuenta historias de su vida cotidiana que, curiosamente, vamos descubriendo que coinciden en gran medida con las nuestras. Destila humor a raudales sea cual sea el tema: lecturas, amores, amigos, televisión, música, deportes, pequeños dramas... Un notable hallazgo...

11 ene 2021 / 00:00
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