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Xosé Luis Otero: entre lo divino y lo humano

La incertidumbre sobre la existencia de Dios o sobre su ausencia al contemplar atrocidades tan inmensas como la pandemia de Covid-19, la guerra en Ucrania, crisis financiera y tantas otras desdichas sacudiendo al mundo, son temas que se perciben en la muestra que por estas fechas se exhibe en la compostelana iglesia de la Universidad “El silencio de Dios”, del artista ourensano asentado en Vigo Xosé Luis Otero Becerra (Nocelo da Pena, Xinzo de Limia, Ourense 1966), impacta.

Las ideas vitalistas de Kierkegaard influyen en la concepción de este proyecto, pero no menos el cine Bergmaniano o la noción de Walter Benjamin acerca de lo que es divino y profano en la obra de arte. Esas reflexiones filosóficas son abordadas en la antigua iglesia de los jesuitas, el ámbito más idóneo para pensar en lo divino como una necesidad de la condición humana.

Misticismo y gravedad confunden al espectador, quien es capaz de intuir la presencia humana en su condición carnal en la instalación O “Home”, 2022 una gran pieza pendular teñida con tonalidades rojas para tratar del alma, salud, dolor o fuerza contrapuesta al “O Tempo de Deus”, 2022. Lo que semejan torres de Babel derruidas o extensas trompetas celestiales sonando desde las alturas dialogan elegantemente con el retablo barroco de Ventura Rodríguez, que intenta armonizar el tiempo terrenal vinculado a los ciclos estacionales con el fluir trascendente de corte espiritual.

Si la función del arte es la de contener ideas, aquí se presentan muchas que se abordan desde las creaciones contemporáneas de Xesús Otero. Además de la incerteza, representan la soledad o fragilidad de la existencia humana a través del uso de telas, sobriedad y parquedad de las materias y gamas cromáticas. Estas cuestiones son tratadas por el artista y la comisaria, Elena Bangueses, en una propuesta que tiene mucho que ver con el arte conceptual y el land art.

En este sentido, en un elogio a los materiales sencillos herederos del povera, el artista estratifica verticalmente ordenamientos volumétricos susceptible de expandirse, como un gran enjambre (columnas erigidas, en plena pandemia) con materiales rehusados: cartones y papeles ordinarios, aderezados con pigmentos naturales. Es lo que se adivina nada más entrar en la iglesia con la instalación Silos, 2022o la pieza Arquitecturas Circulares, 2021. Una especie de estructuras arquitectónicas, construcciones del homo faber, meticulosamente erigidas para luego ser destruidas o abandonadas por el mismo hombre que las ideó. En nuestros días equivalen a restos arqueológicos urbanos e industriales desplegados por doquier.

Semejan almacenes de la memoria, con cavidades que ponen de manifiesto las heridas, huellas que el hombre infringe sobre el territorio que habita. Las piezas se plantan tal esqueletos habitacionales con capacidad para plantear una visión distópica del futuro como elementos sustentantes de endeble peso, fáciles de tambalear.

Xesús Otero hace tiempo que, vía pintura o escultura, revisa el género paisajístico pero desde la temática de la complejidad de un territorio que previamente ha observado y pateado para luego posicionarse, coincidiendo con el debate sobre la desenfrenada ocupación territorial y la progresiva desarticulación y destrucción. En esta línea bucea sobre solares en desuso cargados de memoria, hurga en el recuerdo del terruño habitacional, sentimental, pero también como espacio íntimo, laboral, generador de vivencias, energía e historias que hoy son pasado.

De la finca familiar rescata vestigios orgánicos como utopías de un paraíso terrenal. Con emblemáticas cortezas de eucalipto, cordeles de viñas u otros elementos extraídos de las fincas de labranza confecciona retazos de piel hilados con sentimientos, además de mucho primor y delicada filigrana para efigiar al hombre con la tierra que le dió sustento.

De la íntima comunión con el territorio nacen instalaciones en las que busca la introspección del visitante al sumirlo en la estética de lo sublime. En este sentido, “Lazos”,2022 o “Trabes- Prótesis”, 2022 son murales tejidos en lo que semejan retazos de piel cosidos al muro. Como si de un paño de verónica se tratase, efigia la huella del hombre con la tierra que le dio sustento en un sentido homenaje. Presenciamos líricas composiciones de pared en las que se habla de dolor pero también de paz. Elabora otras piezas escultóricas con vigas de madera u otros restos arrancados a plantaciones que insuflaron de sustento a los moradores del lugar. A ellos adosa nuevas prótesis para perpetuar y reconstruir maderas heridas, orgullosamente erguidas como reliquias de un tiempo pasado.

El tono existencialista de la muestra, lejos de escenificar desastres para conmover al espectador, se adapta al entorno postapocalíptico para dotarlo de belleza. En su reflexiva visión sobre las problemáticas que lo están mancillando y degradando, su aproximación telúrica es conservacionista en términos de adaptación evolutiva. Una visión sincera acerca de lo divino y lo humano en un proyecto que no podía ser más apropiado para el lugar elegido.

Fátima Otero

Crítica de Arte

01 may 2022 / 01:00
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