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Ya no queda nada

    A lo mejor les parece una tontería lo que les pregunto, pero déjenme que lo haga: ¿quien sale retratado en la foto de Colón? Ya, ya, ya sé cuales son las caras conocidas de la fotografía. Y de quien las voces que más enardecidamente se alzaron. Que ya, que ya; pero no es eso lo que pregunto sino, habida cuenta del recuento, y por decirlo de otra manera: ¿quien y cómo digiere la gesta al día siguiente de la función? Que no es fácil saberlo, eh, no vayan a pensar.

    En la prensa de ese día siguiente hemos encontrado adjetivos de todos los colores y tonalidades. Desde “aquí está el pueblo” hasta “han pinchado, tu, han pinchado”. Y como es sabido, entre el todo y la nada hay un mundo. Podemos, pues, discutir.

    Pero permítanme que les diga, antes de empezar, que digo discutir por buscar explicaciones, valoraciones y conclusiones. Como debe ser. Y no por arrebatarnos los unos a los otros victorias o derrotas. Ya sé que en España últimamente ya sólo se discute por esto, porque interesa más vencer que convencer, para lo que se procura arrollar los argumentos ajenos, sin especial cuidado por sus fundamentos. No se piensa. Se proclama.

    Pero a mi ya me cansa tanto arrebato de beligerancia. No sólo me basta con procurar entender lo que pase, sumando a mis razones las del otro siempre que sea conveniente, sino que me altera sobremanera pensar que no puedo sentarme a hablar con nadie sin estar previamente convencido de que coincidimos en lo que pensamos. Porque, llegado ese caso, ¿para qué hablar ni discutir?

    España, sí, se está volviendo un país poco grato, avinagrado, de beligerancia persistente. Y me cansa. Incluso me avergüenza. Y eso, y perdónenme el interesado rodeo, es lo que me queda de la dichosa foto de Colón: un país poco grato. Todos llegaron enfadados y enfadados se fueron. Nada fue para bien, y espero que tampoco lo haya sido para mal. Y que si fuese así, desde luego, resultaría que de la foto de Colón, a sólo un día vista, no queda nada. Nada memorable, quiero decir.

    Ya es malo de por sí que en un país se busquen en las calles jaleadas las respuestas a las discrepancias. Ahí es sabido que se alimentan más las diferencias que las coincidencias.

    Así que, tanto entre los que asistieron a la concentración como entre los que no, lo que mejor se puede decir es que hoy estamos más en desacuerdo que ayer. Que a tontos, sí, no hay quien nos gane. Que ni siquiera en las cosas serias somos capaces de hacer nada bien. Y que con esa tropa es más prudente no ir a ninguna batalla.

    17 jun 2021 / 01:00
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