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Yolanda y su estilo natatorio

    ESA forma fluida de ser y estar que muestra Yolanda Díaz preocupa a propios y a extraños, a amigos y enemigos, pues parece que resulta escurridiza en su sonrisa y muy mediática en su toque modernata. Dicen que sabe manejarse, yendo del papa a sus asuntos.

    Como el tiempo es líquido, los políticos tienen que tomar la forma de la botella, Boris Johnson me perdone, es decir, tienen que adaptarse al contexto y no el contexto a ellos, como quizás les gustaría. Yolanda
    Díaz parece haber entendido antes que nadie que no se trata de modelar una izquierda con patrones preconcebidos y eslóganes chulis, sino que el dolce stil novo consiste en ir fluyendo entre sus formas, ensanchando el campo, que dicen los entrenadores de fútbol.

    Vivimos tiempos de mucha doctrina, hay mucha brasa, lo cual revienta al personal que arrastra el gasto neuronal de la pandemia (y también el económico), y de pronto resulta que hay un vacío tenso en lo más crudo del invierno. Sólo suena ese viento frío que azota el lomo de Castilla y León, que tiene elecciones súbitas. Porque, salvo eso, se detecta un esperar y ver en los Madriles. Lo de Castilla y León parece un paréntesis, pero depende. Sánchez sabe que Yolanda tiene un plan, aunque ese plan está aún en la nube, digamos, esperando la consagración de la primavera.

    En esto llegó Garzón, y todos los políticos, en uno u otro sentido, pusieron la carne en el asador. Temazo, sin duda, para alimentar el debate y sacudir al contrario. Mientras arrecia la Refriega del chuletón, esa nueva batalla, aumenta el
    gusto por volcarse en la imagen pastoral, algo que se veía venir.

    Pero de unas elecciones se va a otras, esto es un no parar. Sánchez necesita clarificar las intenciones de Yolanda Díaz, y también lo necesita el resto de la izquierda, porque sólo así sabrá a qué atenerse. Algunas encuestas dan repunte de la derecha, lo que sostiene a Casado en su pugna ayusiana, o lo que sea eso. Así que Sánchez mira a izquierda y a derecha, lo que es agotador, pero él es el inquilino de la Moncloa, un plus impagable.

    Madrid se le niega, sí, pero de pronto el rural también se ha puesto firme, como quien despierta de la siesta de Rip Van Winkle. Florecen los partidos de la España vaciada, aunque algunos no se presentan, y hay barones que, en sus reinos, no quieren que les muevan mucho los marcos de la ideología, porque los equilibrios locales son precarios. Hay una España rural inmensa que, antes de la modernización tantas veces prometida, ya se ha quedado sin sucursales y sin cajeros automáticos. El movidón urbanita y periférico se percata ahora de que la gente del campo no sólo juega al dominó en mesas de mármol, sino que madruga y hace el pan, pongamos por caso.

    Leo y escucho que Pablo Iglesias sigue mandando, porque los liderazgos son como los sacerdocios. Quizás desde fuera se ve mejor lo que se cuece dentro. Sánchez se ha quitado de Iglesias, como se quitó de Iván, pero el quid de la cuestión está ahora en los movimientos de Yolanda, en su estilo natatorio. Porque hay quien cree que ella, más allá de los liderazgos clásicos, trae una perestroika en Podemos, no por sorpresa, sino en plan fluido, y parece dispuesta a nadar en aguas abiertas y amenazar los parterres monclovitas.

    16 ene 2022 / 01:00
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