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La culpa (no) fue del chachachá

    va a tener razón Carlos Luis Rodríguez, titán del mejor columnismo político: a Abel Caballero le tiene hechizado Pedro Sánchez, hasta tal extremo que el superalcalde heredero del caudillismo pacovazquista se acula en el burladero del sostenella y no enmendalla para defender el pacto por el que los ayuntamientos españoles ceden sus ahorros a Hacienda. Casi lo peor de esta triste historia es que lo hace sin importarle haber tirado a la basura treinta y cinco años de consensos en la Federación Española de Municipios y Provincias. Cuando hasta el mismísimo inquilino de La Moncloa hace de tripas corazón y se pone el traje de bombero para intentar contener el incendio en el municipalismo, Caballero opta por internarse en el territorio minado de los ataques al PP –no quiere enterarse de que en la rebelión participan regidores de todo el arco político, incluyendo algún que otro destacado socialista– con la vana pretensión de desviar la atención del problema de fondo. “¿Cómo osa el PP alzar la voz si ellos provocaron todo esto?”, se pregunta, iracundo, el alcalde de Vigo. Y les lanza –lo hace en El País– una carga de profundidad a sus pares: “Cuando amenazan con no convalidar el decreto, ¿se refieren a renunciar a cinco mil millones? ¿Es eso lo que quieren? ¡Si van a ser millonarios! No entiendo...”. Quizás ahí esté la clave de todo el enredo, en que Abel Caballero no entiende una revuelta que él provocó con su voto de calidad para imponer un pacto con Hacienda que no estuvo bien cocinado en la FEMP. Tan mal lo hicieron que degeneró en un trágala explosivo. Por eso, se equivoca de medio a medio cuando intenta demonizar al PP de Pablo Casado a cuenta de la ley Montoro –hablamos de 2012, hace la friolera de ocho años, ni más ni menos–, que impide a los municipios usar sus remanentes. Para él, el nudo gordiano está en que “el PP incautó esos recursos y generó un corralito”. Para el resto de alcaldes de España, sin embargo, el gran problema es que su presidente en la FEMP y la ministra de Hacienda se guisaron y se comieron ellos solitos un decreto que no satisface –a la vista está– las necesidades de las 8.131 entidades locales que hay en España. Que Caballero se cierre en banda a renegociar el plan, cuando hasta Sánchez se abre a introducir mejoras, habla mal de la sabiduría para rectificar –virtud necesaria en un buen gobernante– del alcalde vigués. Y es un contratiempo serio para que la FEMP regrese al bendito territorio del consenso. Mal arreglo tiene el conflicto mientras don Abel le eche al chachachá la culpa de la desfeita.

    14 ago 2020 / 00:15
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