¿Memoria histórica o histérica?

AHORA que por Santiago no pulula ni un solo peregrino y todos los albergues y hostales están cerrados, con la consiguiente merma de actividad económica y de animación, resulta inevitable pensar en todo lo bueno que la Ruta Jacobea ha proporcionado a la capital gallega en las últimas décadas. Pero la beneficiada no ha sido solo Compostela. De hecho, infinidad de municipios repartidos a lo largo de toda Galicia y de buena parte de España por los que antes no pasaba un alma se han convertido, gracias a los caminantes procedentes de todo el mundo, en enclaves que viven de una forma muy digna ofreciendo bienes y prestando servicios a los caminantes. ¿Todo esto ha pasado porque sí? En absoluto. Fue un político llamado Manuel Fraga el que decidió con entusiasmo resucitar una ruta que estaba casi muerta a nivel turístico y en muy pocos años logró convertirla en un icono mundial. Y lo hizo de una forma tan inteligente que el Camino no perdió en absoluto el significado espiritual que siempre tuvo, sino que encima lo reforzó, convirtiéndolo también en un sinónimo de aventura para cualquier tipo de viajero, fuese creyente o ateo, pobre o rico, europeo o asiático. Para ello la Xunta tuvo que invertir mucho dinero, desarrollar inteligentes campañas internacionales e inventar los Xacobeos, que desde hace ya varias décadas han supuesto un maná para numerosas empresas y particulares relacionados con el turismo, el comercio y la cultura. España ha tenido en los últimos tiempos unos cuantos políticos visionarios e inteligentes, como Manuel Fraga, y unos muchos regidores mediocres que solo persiguen el aplauso parvulario de la población peor informada. Por eso aluden a leyes como la de Memoria Histórica para retirar calles y merecidos honores a quienes lograron crear prosperidad y riqueza. ¿Memoria histórica o memoria histérica? Ellos sabran.

BEATRIZ CASTRO/Periodista