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Libertad de expresión

    El ARCHIVO de las diligencias abiertas por el pregón del carnaval del año 2018 deja un regusto muy amargo en quienes creemos que el mal uso que se hace de la libertad de expresión (y de información ) en España viene siendo uno de los males que emponzonan, crispan y enfrentan a la sociedad. Peor aún, en esta estrategia seguida de forma implacable por la izquierda, aparecen como colaboradores miembros de la judicatura que han comprado sin resistencia una interpretación tan amplia de la libertad de expresión que prácticamente ha desplazado a otros derechos que habitualmente confrontaban con ella (honor, intimidad y propia imagen, sustancialmente). Estos derechos han sido prácticamente expulsados (sobre todo al primero) del lugar que ocupan en la Constitución española (art. 18, Sección 1°/ Capítulo 2°/ Título 1 CE).

    Los derechos fundamentales tienen un contenido esencial al que se refiere el art. 53.1 de la CE y numerosas sentencias del TC, entendiendo por tal aquella parte del derecho de que se trate sin la cual, éste sería irreconocible, sin el cual éste quedaría desnaturalizado.

    Es evidente que, en los últimos años, en España se ha producido una hiperprotección de la libertad de expresión hasta el punto de que (a pesar de lo que digan numerosas sentencias) en España sí existe el derecho al insulto. No otra cosa es hacer lo que en el carnaval de 2018 hizo el encargado del pregón, insultar, ofender, vejar, y todo ello de forma gratuita, innecesaria y sin ninguna gracia, ni siquiera para sus conmilitones.

    Como digo, el carácter gratuito de las expresiones vertidas, entendiendo que las mismas no son necesarias ni para defender ningunas ideas ni tampoco son necesarias para divertir, desconocen además e ignoran la existencia de miles de ciudadanos que profesan unas ideas y que viven acorde a ellas y la singularidad de la ciudad en la que tales expresiones se vertieron, componen un cuadro que no deja lugar a dudas acerca de la voluntad deliberada de ofender. La Sección VI de la Audiencia no lo piensa así, tal vez por haber acudido los accionantes a la vía penal y que esto exige una prueba acerca de la existencia del ánimo de ofender, siendo esta difícil al tener que excavar en la psique del individuo. Pero sabe bien la Audiencia que en tales casos las pruebas pueden obtenerse por hechos coetáneos, anteriores, posteriores o por pruebas que lleven al Tribunal el convencimiento de que el acusado, por más que lo niegue, sí ha tenido la voluntad de ofender. La forma de desarrollo del acto, el lugar en el que se pronuncian las palabras (Santiago de Compostela) la falta de arrepentimiento, etc... pueden, sin duda, ayudar a ello. De hecho, así lo hacen muchos tribunales todos los días, por cierto en casos de mucha mayor trascendencia. Nuestra Audiencia ha preferido sumarse al carro de los que interpretan la libertad de expresión como un derecho casi absoluto, cuyo ejercicio cuenta con un plus de amplitud que hace retroceder a otros derechos hasta el punto de hacerlos prácticamente desaparecer.

    Creo que es una equivocación y que toda la teoría estructurada sobre la libertad del insulto, la libertad de ofender, el “carácter subversivo” (toma concepto jurídico indeterminado) del carnaval y suponer que todo ello está, además, amparado por la libertad de expresión no son sino más que subterfugios que amparan algo evidente en nuestra sociedad: el insulto a la Iglesia, a los católicos y sus creencias y todo lo que les rodea sale gratis, es motivo de protección por los Tribunales de Justicia y naturalmente debe aguantarse mansurronamente y sin rechistar.

    Claro que cuando a un magistrado se le dirige el horrible, injusto, infamante y degradante calificativo de machista (¡válgame Dios!), enseguida acuden en su auxilio sus colegas condenando a quien se atrevió a lanzar tal terrible insulto, pues tal ofensa es insufrible, injusta y desproporcionada para quien tiene la alta misión de decidir quiénes o no están obligados a soportar que se les humille y además a tenerlo por divertido. Contra los santos todo vale, contra las puñetas, nada, ni siquiera un mal chiste.

    03 ene 2021 / 01:00
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