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Afganistán, bosquejo histórico (II)

En el año 330 a.C. Afganistán fue conquistado por Alejandro Magno, pero pocos años después de su muerte, en el año 322, su imperio se hundió como un castillo de naipes. Sin embargo, los colonos y soldados griegos, formando los reinos de Bactriana y Sogdiana, se mantuvieron en la región hasta el año 160 a.C. Desde ese momento, todo ese territorio se incorpora al imperio Mauria de la India, que también abarcaba Beluchistán y prácticamente todo el subcontinente indio excepto el extremo sur. Fue en esta época cuando el budismo penetró en Afganistán.

Durante los primeros siglos de nuestra era, Afganistán formó parte del imperio budista de Kuchan, que también comprendía la región de Turán y de Irán, extendiéndose hasta Bengala. La capital de este imperio de llamaba Taxila y estaba situada en el Punjab. Fue bajo él cuando se desarrolló el arte greco-búdico, conocido por sus estupas y por las célebres estatuas de Bamian. A ese imperio lo sucedió el de los hunos blancos, que eran un grupo mongol nómada originario del Altai. Este imperio fue destruido en torno a los años 558-560 por los sasánidas, que eran aliados de los turcos. Los vencedores se dividieron el territorio de tal modo que los persas se quedaron con la parte meridional, en la que estaba incluido Afganistán.

A lo largo de los siguientes siglos, Afganistán estuvo dividido entre numerosos reyezuelos que en realidad eran reyes vasallos. Gran parte del país, entre los siglos VII y VIII, en realidad formaba parte del imperio chino y esos reyes reconocían al emperador como su gobernante. Fue en esa época cuando se inició la conquista árabe, que se enfrentó con una fuerte resistencia entre los siglos VII y IX. La victoria final se logró con la toma de Ghazni y Kabul, y se obligó a la población a convertirse al islam entre los años 870 y 871. Quizás ningún otro acontecimiento histórico haya sido tan importante a la hora de sellar el futuro de Afganistán como esta expansión triunfal del islamismo hace poco más de mil años. No obstante, muy pronto algunas provincias comenzaron a disgregarse del imperio islámico y se convirtieron en territorios independientes gobernados por los tayikos, los safáridas y los samánidas.

A partir del mediados del siglo X, Afganistán fue gobernado por la dinastía de los ghaznávidas, que hicieron de Ghazni la capital del reino. El más famoso de los reyes de esta dinastía fue Mahmud (997-1030), que emprendió numerosas expediciones de conquista hacia el norte de la India, donde consiguió crear importantes reinos mongoles, que a su vez servirían de base para la creación del Pakistán actual. El rey Mahmud de Ghazni, cuyo imperio comprendía Irán, Afganistán y el norte de la India, hasta Dehli, impuso la confesión sunita a toda la población e incluso a los musulmanes de la India. Pero tras su muerte, el imperio ghaznávida se redujo poco a poco hasta derrumbarse en el año 1149, cuando Ala-al-Din Hussain (de la tribu de los taimaníes) conquistó Ghazni y creó la primera dinastía afgana, que fue la de los reyes ghóridas, cuyo poder se vio bruscamente interrumpido por la conquista de Gengis Khan.

Los ejércitos mongoles conquistaron entre 1221 y 1222 la totalidad de Afganistán: Balkh, Herat, Bamian, Kabul y Ghazni, así como muchas otras partes de Asia Central, siendo responsables de la destrucción de numerosas ciudades y de gran parte de los sistemas de regadío. Algunas de esas ciudades volvieron a recuperar más tarde su antiguo esplendor, pero otras como Balkh y Bamian jamás consiguieron recuperarse. Durante la segunda mitad del siglo XIV, se sucedieron nuevas migraciones e invasiones protagonizadas por Tamerlán, que tomó Herat en 1380 y Kandahar en 1383. Fue el responsable de la destrucción de la floreciente cultura de Seistan, que jamás conseguiría recuperarse. Tras los duros saqueos de los mongoles, Afganistán quedó política y económicamente agotado, y por esa razón durante los cuatro siglos siguientes, quedó al albur de grandes migraciones, como la de los turcos del Turán, los uzbekos y otros pueblos mongoles que son los que dieron origen a los habitantes del actual Afganistán septentrional.

Uno de los sucesores de Tamerlán fue el célebre Babur, nacido en Ferghana en 1483 y expulsado del Turan por los uzbekos. Consiguió conquistar Kabul en 1505 y Kandahar en 1522, y con Kabul como capital, extendió su reino hacia gran parte del norte de la India, creando un nuevo reino mongol. Murió en 1530 y fue enterrado en Kabul, una ciudad protegió y favoreció. El Afganistán oriental continuó durante varios siglos bajo el dominio de los soberanos mongoles, mientras que el Afganistán septentrional consiguió ser independiente, quedando el occidental bajo el dominio persa. En numerosas ocasiones, persas y mongoles se disputaron las regiones de Kandahar y Kabul. Entre los años 1739 y 1747, el sultán Nadir Shah consiguió incluir en su imperio Irán y gran parte de Afganistán.

A lo largo de los siglos XVII y XVIII, los grupos pastunes, los ghilzai y durani se sublevaron contra el imperio turco, adquiriendo un poder cada vez mayor, y se asentaron entre las regiones montañosas del Afganistán oriental, Kabul, Kandahar y Herat. A la muerte de Nadir Shah, en el año 1747, el príncipe Ahmed Khan Durani, que reinaba en Kandahar, fue nombrado rey de todos los afganos, fundando así el imperio de Afganistán. Su hijo Timur se instaló en Kabul, que en 1773 se convirtió en la capital del reino. Pero ya desde 1747 el territorio de este reino había comenzado a reducirse, y así a finales del siglo XVIII Afganistán ya había perdido todo el país del Sind en el Indo inferior, que fue ocupado por los sijs, a la vez que el emir de Buchara conquistó Mary y otras partes del Turan afgano. A comienzos del siglo XIX, Afganistán continuó perdiendo territorio frente a los sijs por el norte y frente a la India por el sur. Durante el siglo XVIII y buena parte del siglo XIX, el trono afgano fue disputado por dos dinastías que pertenecían a las dos etnias del grupo durani. Esto permitió que la provincia de Herat fuese independiente del emir de Afganistán hasta el año 1842.

Todos estos conflictos internos, que se fueron desarrollando a la vez que la expansión rusa en Turan, tuvieron como consecuencia que la India británica comenzase a tener un gran interés en Afganistán, y decidiese utilizarlo como estado tampón ante el imperio ruso. La consecuencia de esto fueron las tres guerras anglo-afganas. La primera, de 1838 a 1842, fue provocada por los ingleses, que practicaban una política absurda y cortoplacista apoyando indirectamente las conquistas sijs en todos los países limítrofes con Afganistán, e intentando por todos los medios derribar del trono al emir afgano Dost Mohammed (1826-1863). Tras largas y duras batallas, se consiguió llegar un acuerdo.

En la segunda guerra anglo-afgana (1878-1880), Inglaterra conquistó el paso de Jaiber, el valle de Kuram, Quetta, Pichin y Sibi, renunciando sin embargo a ejercer el control real sobre Afganistán, reino al que estaba dispuesta a garantizarle cualquier cosa menos sus fronteras. Fue en 1919 cuando, después de la tercera guerra anglo-afgana, consecuencia de la I Guerra Mundial, Inglaterra reconoció por fin a Afganistán como un estado plenamente libre e independiente, bajo el gobierno del emir Amanullah, que en 1926 se proclamó rey. Sus intentos enérgicos de modernizar el país siguiendo el modelo europeo provocaron una reacción muy violenta de los clérigos musulmanes que ocasionó su caída y posterior huida del país en 1929, año en el que durante dos o tres meses el país llegó a estar gobernado por un bandido aventurero, hasta que de nuevo Nader Shah tomó el poder y en pocos años volvió a conseguir pacificar y unificar el país. Este rey fue asesinado en 1933 siendo sucedido por Zahir Shah, bayo cuyo reinado Afganistán comenzó a experimentar un gran desarrollo económico.

12 oct 2021 / 01:00
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