Santiago
+15° C
Actualizado
sábado, 10 febrero 2024
18:07
h

Comienza la campaña para tomar la Puerta del Sol

Comienza la campaña para tomar la Puerta del Sol, unas autonómicas que el ‘efecto Ayuso’ encumbra a categoría nacional// El tripartito rojo desafía al de la foto de Colón

Tic, tac, tic, tac... Ya está en marcha el reloj que marca la cuenta atrás para el 4-M, el día de la votación en las elecciones autonómicas de Madrid. Oficialmente, la campaña empieza hoy, aunque hace meses que parece haberse iniciado ya, y el reloj que registra y mide sus tiempos es un reloj muy especial, el de la torre de la Real Casa de Correos de la Puerta del Sol, el mismo que gracias a la televisión se cuela en la mayoría de los hogares españoles en cada Nochevieja y anuncia el Año Nuevo. Hacerse con el control de este reloj siempre es el gran objetivo de todos los partidos que se presentan a estos comicios, pero esta vez más que nunca, pues sus campanadas poseen un significado acústico y visual con mucha potencia simbólica en el resto del territorio nacional y las agujas de su minutero actúan como una joya de la corona que, lenta o precipitadamente, pueden manejar los tiempos de lo que le espera a la política española en un futuro inmediato.

Porque aunque estas elecciones son autonómicas –y conviene matizarlo ante la participación masiva de los líderes políticos nacionales y la confusión que ello puede crear–, este año desprenden un aroma que huele exageradamente de un modo muy similar al que suelen emanar las generales. Tal vez sea porque el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se avino a participar en ellas desde el minuto uno o porque su propio vicepresidente, Pablo Iglesias, abandonó el Ejecutivo en el que tanto había anhelado entrar para dar unas brazadas en el Manzanares. Pero que nadie se engañe, si los dos se bajaron al escalafón autonómico es porque al frente de esta comunidad nuclear hay una mandataria que concibe y practica una política inédita en España y que, con sus juegos muchas veces aparentemente incomprensibles, los seduce y los provoca abiertamente, es decir, les amenaza con destruir la gran obra de ingeniería hidráulica de la que ambos fueron copartícipes capaces, el primer Gobierno de coalición de la historia, de tan difícil parto.

En un resumen inicial muy simple, la presidenta popular Isabel Díaz Ayuso se enfrenta a una izquierda con tres cabezas, la bien amueblada de Ángel Gabilondo; la pragmática de Mónica García, y la perturbadora de Pablo Iglesias. En esta primera categorización de los comicios, los otros dos candidatos que aún no fueron citados, Rocío Monasterio, la mente silenciosa que expande el proyecto de Abascal en la capital, y Edmundo Bal, el hidalgo de la abogacía orange rescatado para luchar contra los molinos que levantó Toni Cantó, casi son meras comparsas de Ayuso. Podrían, con la suma de sus escaños, si superan el 5 % necesario para obtenerlos, decantar el resultado en favor de la victoria de la derecha sobre la izquierda, pero en este campo ideológico es la presidenta y candidata del PP la que asume el papel de generalísima suprema de todos los ejércitos.

En el bando contrario, sin embargo, que se proclama “progresista” a secas en la mayoría del territorio madrileño y “rojo” en especial en las poblaciones del cinturón sur denominado popularmente con este color asociado a la izquierda, el trabajo de derrocar a Ayuso se lo reparten de una manera más equitativa. Si antes hacíamos alusión a las diferencias entre sus tres inteligencias, alojémoslos ahora en las estancias de la residencia de la política donde más cómodos se encontrarían. El socialista Gabilondo ocuparía el salón, sentado en el ángulo oscuro, en un cómodo sofá de lectura, desde el que iría desgranando a las visitas las bondades de su proyecto de cambio sosegado para enderezar el rumbo de la comunidad madrileña, en su opinión, degradada socialmente por las desmesuradas agresiones a las que el neoliberalismo popular la sometió en las últimas décadas.

La representante de Más Madrid, Mónica García, bajaría al sótano para acceder rápidamente a la caldera y a la sala de máquinas del edificio y conseguir sin la mínima demora la temperatura adecuada que ella estima para el perfecto funcionamiento de la sanidad, la educación y los servicios sociales. La austeridad fría de Ayuso, siempre según el examen clínico de esta médica en el 12 de Octubre que relevó a Errejón en la portavocía de la Asamblea, puso bajo cero el termómetro de estos tres pilares básicos de todo estado del bienestar y, como ella es una persona de acción, se pondría de inmediato a repercutir entre las herramientas a su alcance para intentar reconducir el rumbo de este barco que considera a la deriva.

Pablo Iglesias, por su parte, asaltaría directamente los cuartos de baño. La especialidad suya es la fontanería política, como demuestran las diferentes tuberías por las que se deslizó en su vida hasta presentarse en un lugar donde nadie lo esperaba, al frente de la candidatura de Unidas Podemos a la Presidencia de la Comunidad de Madrid. Lo suyo es la fontanería y muy especialmente los desagües, por lo que se sentiría cómodo limpiando la porquería que atasca las cañerías institucionales preparadas para llevar a los madrileños una vida más desahogada y digna, e impide el riego de las políticas públicas en los parques y jardines que comparten los ciudadanos en su vida cotidiana y privada. Esto siempre, como en los dos casos anteriores, conforme el criterio pesimista del exvicepresidente del Gobierno, un diagnóstico sobre Madrid que por supuesto, como en los de Gabilondo y Mónica García, no comparte la presidenta popular.

Díaz Ayuso, continuadora de una estirpe de mujeres conservadoras que adquirieron fama por múltiples y diferentes motivos en el despacho de mando de la Puerta del Sol, como fueron Esperanza Aguirre y Cristina Cifuentes, es una mandataria encantada de haberse conocido, una hooligan de sí misma, convencida de que cuando un madrileño abre desde su casa el grifo que le conecta a la Administración autonómica sólo recibe buenas noticias. Por eso nunca elegiría una habitación particular de la casa que estamos describiendo –y menos mal que sólo es imaginaria y su existencia se circunscribe a este ejercicio ficticio, ya que lo más parecido a ella en la realidad sería un manicomio–, pues lo importante para Ayuso es mantener bien arreglada la fachada. Se quedaría fuera aunque estuviese nevando, montando un andamio y pintando de azul las paredes exteriores ante la mirada de sus rivales que la considerarían una ingenua extravagante. Pero su política tiene dos ventajas considerables que no todo el mundo acierta a ver a primera vista: con sus retoques estéticos superficiales, la casa es más fácil de vender en las inmobiliarias y, si la mala suerte hace que se venga abajo inesperadamente, a ella nunca la pilla dentro. En política es más fácil que te entierren por errar en una acción a priori bienintencionada que por no hacer nada. Y con esto no se pretende dar a entender que Ayuso peque de inacción, que ser es una ejecutora congénita, simplemente, que a veces es mejor que nadie se entere.

Finalmente, Rocío Monasterio y Edmundo Bal –no sé porqué en esta pieza van tanto de la mano, no es premeditado– intentarían colarse en el edificio por la ventana, no porque se despertara en ellos una súbita adhesión al movimiento okupa, que se encuentra en las antípodas de su concepción de la política de vivienda, sino porque la única puerta de acceso se les cierra a medida que Ayuso suma cada vez más andamios para que su obra reluzca hasta el infinito, en detrimento de sus socios de Gobierno, que no ven la manera de rentabilizar ante los posibles votantes los valiosos apoyos que le regalaron a la presidenta.

Imaginemos, ahora, que este inmueble improbable y algo surrealista que estamos pintando, como en esos dibujos infantiles en los que las líneas y unos numeritos van delimitando los colores a utilizar, es en realidad la Real Casa de Correos que acoge, en sus paredes de estilo neoclásico, la sede de la Presidencia del Gobierno de Madrid. En estos momentos, ya todos los candidatos andan escalando por su torre para tomar posesión de su reloj y convertirse en dueños del tiempo. Aunque se crean más importantes, hoy no lo son más que Cristina Pedroche intentando reinar sobre sus campanadas de medianoche. Con sus vestidos invisibles o a cuerpo desnudo, intentarán agarrarse a sus agujas como Harold Lloyd en El hombre mosca. Ya suenan los cuartos...

isabel díaz ayuso, pp
fabricar un f1 ante los ojos de los ilusos

Con la perspectiva de sus dos años de presidenta, ahora sí se entiende aquella nostalgia por los atascos de la Gran Vía que expresaba Díaz Ayuso en la campaña de 2019. Le gusta el caos rodado tanto como a Trump el twitter descontrolado. Sin embargo, era una conductora demasiado pulcra para el destino final que pretendía y por eso contrató de chófer a Miguel Ángel Rodríguez, en cuyo historial de Tráfico consta una colisión contra tres coches estacionados y la consiguiente detención por cuadriplicar la tasa de alcohol. Son cosas que pasan por tomarse demasiado en serio las frases de Rajoy (“¡Viva el vino!”) y de Aznar (“¡A mí nadie me dice lo que tengo que beber!”). Para conducir en esas condiciones, mejor hacerlo por las carreteras de la política, que son menos peligrosas. Así lo entendió Díaz Ayuso, matando dos pájaros de un tiro: rehabilitó al ex de Aznar y se benefició de su temeridad al volante. Los que vienen de frente que se aparten, si quieren. ¿Quién la inspiró? Fue Esperanza Aguirre la que le marcó el camino cuando atropelló a dos policías locales en Gran Vía.

ángel gabilondo, psoe
cómo vivir con un hombre de su talla

Ética e intelectualmente, el candidato socialista está tan por encima de todos sus rivales que se le está quedando un aspecto de escultura. Una figura de mármol como la del Maestro Mateo en la catedral compostelana, donde los profanos golpean su cabeza para ver si les transfiere algo de su sabiduría. Gabilondo, al que pocos se opondrían a rebautizarlo como Sabiondo, luce el aspecto de los hombres austeros comprometidos con su deber, los rasgos que mejor definían a los maestros de la República que se empeñaban en erradicar la ignorancia por toda la geografía española. A él le tocó la región central, la que acoge a la capital, donde aún abunda la tierra árida en la que el conocimiento tiene dificultades para establecerse. Pues, según nos informa este hombre de fe abundante que fue rescatado por Dios de los hábitos para servir en causas más nobles como la educación y la política, no es oro todo lo que brilla en estos lugares que nos legó Felipe II. Él lo denuncia, pero nadie le escucha. Ni siquiera Sánchez, que al suplantarlo en campaña lo relega a un mero convidado de piedra.

mónica garcía, más madrid
balas sobre una asamblea aletargada

Si nuestros antepasados rupestres pintaban figuras de animales en los techos de las cuevas tal vez como el preludio del placer de cazarlos, la candidata de Más Madrid se hizo famosa por jugar con sus dedos dibujando la forma de una pistola y disparar simuladamente desde su escaño de la Asamblea de Madrid a la bancada donde se sentaba Ayuso, puede que imaginando el momento en que pudiese cobrarse de verdad esta codiciada presa política. Pero la presidenta no se arredró y a la primera que tuvo la convocó a ella y al resto de contrincantes a un duelo al Sol. Una puerta que se le abre a esta médica anestesista para explotar ante España entera todas sus habilidades hipnóticas. Forjada en las mareas blancas que airearon entre la calle de Alcalá y la Gran Vía los pañales cutres de la sanidad madrileña, su madurez se identifica como el punto medio ideal entre la veterana juventud de Íñigo Errejón y la juvenil veteranía de Manuela Carmena, los dos personajes que zurcieron este partido a espaldas de Iglesias. A quien esta doctora también acribilló a tiros a modo de saludo.

pablo iglesias, unidas podemos
mejor quijote que estanquera de vallecas

Pablo Iglesias es un seductor venido a menos, dispuesto a demostrar que el que tuvo, retuvo. Su olfato le dijo que lo importante era la batalla de Madrid, que es donde ahora late el verdadero pulso del país y se lanzó a un inédito cambio de pareja, Ayuso por Sánchez, como mera supervivencia. Porque para un activista como él, que se zampaba los intragables botellines de Mahou en las temerarias esquinas de Vallecas y se empapaba de teoría política en las cálidas bibliotecas de la Complutense, vivir en el Gobierno no es vivir, simplemente es vegetar a la sombra de un Sánchez que es mucho menos divertido cuando está de tu lado que cuando lo tienes enfrente. El líder de Podemos escapó del Gobierno en busca de ese aire fresco que le recuerde que aún no es un burócrata jubilado encerrado en una atmósfera que le estaba poniendo la cara más morada que el color de su partido. Porque en la Vicepresidencia se recibe, pero apenas se puede dar. Es un cuadrilátero donde te atan las manos y Pablo, así, muere de pena y de falta de oxígeno. Y Ayuso lo incita a salir de su retiro.

rocío monasterio, vox
creo en vox, arquitecto, ingeniero...

Con un apellido así, de resonancias de edificabilidades tan majestuosas, no es de extrañar su temprana vocación por la arquitectura, disciplina a la que se entregó con tantas ansias que no pudo esperar a acabar la carrera para firmar su primer proyecto en régimen de gananciales con su marido, Iván Espinosa de los Monteros, al que le une una misma Vox política, profesional y sentimental. Pero su gran obra, sin duda, la protagonizó al ayudar a levantar el gran edificio de Ayuso, que en el plano original que ella imaginó sólo constaba de tres o cuatro alturas. Pero la cosa se les fue de las manos, y ahora ya no sabe como frenar el ímpetu constructivo de la presidenta madrileña, que amenaza con estrenar un sorprendente rascacielos en la Asamblea madrileña el próximo 4 de mayo. Rocío Monasterio, en todo caso, intentará agarrarse a una de sus cornisas, desde la cual podría acceder a la sala de los Consejos de Gobierno. Ella quedaría bien empleada y le ayudaría a su jefe a minar los cimientos del balcón de Casado. Porque Abascal es el arquitecto y ella, la peón de albañil.

edmundo bal, ciudadanos
una vela en la procesión de los ayusos

Llegó a la política con ese nombre de poeta y la fama de quien se enfrenta a Sánchez desde la Abogacía del Estado y pronto se vio abandonado por el director técnico que lo fichó para Ciudadanos, que no fue otro que el mismísimo Albert Rivera que puso pies en polvorosa cuando voló el partido por su absurda obstinación de conducirlo sobre las cenizas del PP. De pronto, se vio sin Rivera y también sin Arrimadas, que le confió la lucha parlamentaria contra el “indigno” Ejecutivo de coalición mientras ella cuidaba de su bebé durante los meses de su baja de maternidad. Hubiera podido amamantarlo en el Congreso, como Carolina Bescansa, pero de esta forma, además de su pequeño, también nacía para los españoles la habilidad parlamentaria de Bal. Ahora le piden que apague el fuego naranja en Madrid, adonde dice acudir para impedir un Gobierno de izquierdas. Qué malgasto de su talento, pues para tal fin sobra su concurso, Ayuso y Vox se valen solos. Él lo sabe y por eso no abandonó su escaño en San Jerónimo, faltando a la ética que sí le exige a Pablo Iglesias.

18 abr 2021 / 01:00
  • Ver comentarios
Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego
TEMAS
Tema marcado como favorito
Selecciona los que más te interesen y verás todas las noticias relacionadas con ellos en Mi Correo Gallego.