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La monarquía constitucional afgana: un proceso truncado

Amanullah era muy consciente de que el futuro de las reformas de su país no sería posible si no contaba, además del con el apoyo de su pueblo, con el reconocimiento y el apoyo de una serie de importantes potencias extranjeras. Para lograrlo, llevó a cabo una gran gira por toda Europa y Asia, visitando una docena de países. Y fue precisamente ese viaje el que lo convenció de la necesidad imperiosa de sus reformas. Unas reformas que serían las más importantes de toda la historia de Afganistán y que hubiesen podido marcar un destino muy diferente al actual.

Influenciado por los pensadores modernistas, Amanullah Khan desarrolló un pensamiento anti-colonialista, que concretó en dos grandes proyectos. El primero sería la conquista de la independencia del Imperio Británico, pensamiento que expresó en un discurso el mismo día que accedió al trono: ¡Oh gran nación de Afganistán!... Cuando me coronó mi gran nación prometí que la nación afgana, como otras naciones independientes del mundo, sería libre, y que libertad reinaría tanto dentro como fuera del país (Zaher Tanin: Afghanistan in the Twentieth Century, p. 35).

Para lograr la consolidación en la lucha por la independencia se dio cuenta de que tenía que acabar con la discriminación en el interior del país. Y para ello procedió a abolir la esclavitud, anulando las decisiones de su abuelo, Abdul Rahman, que también había proclamado una fatwa en contra de los hazara, y los chiitas. Por el contrario estableció la libertad religiosa, con lo que se ganó el apoyo de los hazara, un pueblo que le sería leal hasta el fin.

Amanullah inició la guerra de independencia contra los británicos, en la que logró la victoria y acabó con el reconocimiento de la independencia del país.

Sin embargo tras ella, sus reformas se vieron interrumpidas, siendo la causa de la caída de su gobierno. Todas las reformas posteriores del período de Zahir Shah, del período de Dawood, de la era comunista , e incluso de los gobiernos de Karzai y Ghani, no son más que intentos de acabar de implantar las reformas soñadas por Amanullah, que comenzaban por el reconocimiento del imperio de la ley, reconocido en la constitución de 1923, por la limitación del poder político a los ámbitos que determinen las leyes, por la prohibición de la arbitrariedad y toda clase de abusos y por la garantía y el reconocimiento de los derechos humanos.

Otra reforma clave fue la de la educación. Se crearon escuelas en Kabul, se implantó la educación libre y se hizo obligatoria la enseñanza pública, invitando a numerosos profesores europeos a enseñar en las nuevas escuelas. La educación pasó a ser igual para niños y niñas y se estableció la coeducación. Y esto último provocaría una fuerte reacción en contra de la sociedad afgana.

Se implantó la libertad de prensa, que pudieron ejercer tanto los medios privados como públicos, reconociéndose el derecho a informar y criticar las decisiones gubernamentales, lo que sería una importantísima novedad aunque esa libertad no fuese del todo plena. Fueron esa prensa libre, lo que constituye el pilar más firme de un estado democrático, unida a la creación de un derecho neutral y la consagración del imperio de la ley, lo que iba a ser el inicio de la transformación radical bajo el reinado de Amanullah. Pero todas esas reformas fueron bruscamente interrumpidas y el país perdió el ritmo de la historia durante muchos años.

Lo que abortó esas reformas fue un conglomerado de diversos factores. El primero fue la imprudencia del propio rey, que fascinado por el progreso industrial occidental no prestó atención primero a lo fundamental y se centró en un tema secundario, como fue el cambio de la indumentaria masculina y la prohibición del velo para las mujeres, lo que provocó una violenta reacción en contra de la sociedad más tradicional de Afganistán. En un encuentro con Kemal Atartuk en Turquía, le advirtió a Amanullah el vigoroso reformador turco de que no tuviese tanta prisa. De hecho cuando estaba llevando a cabo su viaje por Europa el propio rey reconoció que se había precipitado en algunas de sus reformas.

El segundo de los factores que actuaron en su contra fue la conjunción de sus enemigos externos e internos Los principales de estos últimos lo fueron la familia de los Musahebeen (Nader Khan) y los partidarios de Nasrullah Khan, un tío de Amanullah que también quería ser rey. A ellos se unieron en la conjura muchos generales, molestos porque se les había rebajado el sueldo. Y apoyados todos ellos por Gran Bretaña, que no quería ni un rey ni un reino independiente y libre al lado de la India, su “Joya de la Corona”, dieron el golpe contra el rey.

Comenzaron en 1928 con una rastrera campaña de desprestigio en la que, por ejemplo, montaron fotos de la reina Soraya sobre desnudos femeninos, haciéndolas circular entre la población de un país tan conservador y tan religioso como Afganistán. Esta fue la campaña ideada por los ingleses contra Amanullah.

El tercero de los factores que precipitaron la caída del rey Amanullah fue el fundamentalismo religioso, esa lacra de la historia afgana. El mulá Abdullah, más conocido como el “Mulá Cojo” en presencia de una asamblea alzó el Corán en una de sus manos y la constitución nacional en la otra, diciéndole al pueblo que prefería: ¿el gobierno de Dios, o el gobierno de Amanullah? Posteriormente comenzó a decir que el rey se había distanciado del Corán y se había inventado nuevas leyes y nuevas normas; y así poco a poco, comenzaron a producirse una serie de motines mientras el rey hacía su viaje por Europa. Al retornar a su país todos los mulás se alzaron contra él y fue depuesto. Entre los insurgentes estaba un tal Habibullah Kalkani, que impulsado por uno de los ulemas atacó Kabul y se hizo con el poder.

Para evitar una tercera guerra civil afgana, que devastaría de nuevo a la nación, Amanullah abandonó su país. Y así se marchitaron sus reformas, se abortó el nacimiento del reinado de la ley, de la educación universal, de la libertad de prensa, y de todos los proyectos asociados a un cambio que hubiese configurado otro futuro para Afganistán. Un cambio que Karzai y Ghani intentaron revitalizar. Pero los herederos de los eternos extremistas, los nietos o biznietos del famoso “Mulá Cojo”, que son el ISIS y los talibanes, parece que van a conseguir abortarlo todo de nuevo y volver a hundir al país en la oscuridad, la pobreza y el silencio. Es verdad que el “Mulá Cojo” fue ejecutado y que el mulá Omar también ha muerto, pero su odio y su fanatismo todavía anidan en miles y miles de mulás que cada día se sienten más fuertes.

En la historia del islam ha habido dirigentes, reyes, emperadores, militares y políticos, como Mustafá Kemal Ataturk en Turquía y Reza Shah en Irán, que concibieron proyectos de mejora global, no solo para sus propio países, sino para todo Oriente Medio y para el islam en general. Hoy en Irán siguen gobernando los mulás, y también lo hacen en Afganistán.

Turquía parece que quiere volver a un integrismo islámico que parecía haber desaparecido, pero que solo estaba dormido como sus famosos “siete durmientes de Éfeso”, unos mártires cristianos, adorados también por los musulmanes en numerosos lugares que reivindican la legitimidad de su tumba, quienes, tras muchos siglos de letargo divino, resucitaron brevemente solo para sentenciar la verdad de una de las partes en una fiera disputa teológica. Una disputa religiosa basada, como otras muchas, en ese odio que ha llevado a la humanidad a la división de las naciones, a las guerras civiles y a tantos y tantos conflictos en los que día a día se derrama la sangre de los inocentes, ante la indiferente mirada de quienes en el mundo disponen del poder, de la riqueza y del control de los medios de comunicación que son los que cada día pueden hacer y deshacer la realidad.

23 sep 2021 / 01:00
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