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La señora ministra y el presidente Biden

a estas alturas, cuando el presidente de Estados Unidos ha superado los cien días de mandato, muchos españoles se siguen preguntando acerca de su silencio, su incomunicación con el Gobierno español. La situación, que parece de ruptura, resulta inquietante. Pero, por suerte para el señor Biden, todo se reduce a un simple malentendido; acaso una herencia de la mítica “era Zapatero” con su cortejo de desplantes a la bandera de las barras y estrellas (representada en aquellos tiempos por el presidente Obama) y otras bravuconadas. El desagravio fue iniciativa de Obama y nos llegó en un luminoso mensaje de la nunca bien ponderada Leire Pajín, jefa de organización de campaña del Partido Socialista, que vaticinó “un acontecimiento histórico para el planeta” (nada de cutreríos: para el planeta entero y verdadero) que representaría sustanciosos beneficios para “muchos seres humanos” (no dijo quiénes serían para no molestar al resto) como consecuencia del encuentro galáctico – planetario de dos rutilantes estrellas: Obama (USA) y Zapatero (U.E. y España); ambos, adalides del salvífico progresismo, de la política de izquierdas y de la defensa ecológica y planetaria. No fue todo miel sobre hojuelas y nuestra economía quedó hecha unos zorros, pero esfuerzo y tentativa quedaron para la Historia.

La señora Pajín, sin embargo, al año siguiente (2010) fue elevada a ministra de Sanidad, aunque solo duró un año en el cargo. ¡Cuántos lo habrán agradecido!

Volvamos al presente de desencuentro. Hace escasos días otra ministra del mismo color político, que ya no es el que fue ni por asomo, seguramente a instancias del presidente Pedro Sánchez, heredero del Zapatero viajero (siempre a Venezuela), salió a la palestra para poner las cosas en su sitio y contexto. Me refiero a doña Yolanda Díaz, ministra de Trabajo y Economía y vicepresidenta tercera del Gobierno, que a propósito de la nueva normativa laboral ha profetizado: a) que tal normativa “va a cambiar el signo de los tiempos”. b) que “no hay país en el mundo que se haya atrevido a legislar en ello como España”. c) Que España es hoy vanguardia de la legislación internacional laboral y d) que el presidente Biden “quiere legislar hoy en el sentido que lo está haciendo España”. No matizó la informante si este era un discurso de mínimos o de máximos. Tampoco precisó al acabar su laboriosa –nunca mejor dicho– pieza oratoria cómo habían quedado los representantes del sufrido gremio de la Prensa, a quienes la ministra ha vapuleado por lerdos en más de una ocasión. Al parecer, unos pedían con urgencia un cubata bien cargado, otros, con los nervios desatados, buscaban algún calmante y más de uno solicitaba que lo vacunaran de nuevo, aunque fuera con Astrazéneca.

Ahora todo queda claro. Primero, la altura intelectual de nuestra ministra y su gran capacidad para lanzar hipérboles. Segundo: Biden nos espía y, además, nos imita, por lo que guarda silencio como el zorro, astuto y envidioso como es. La altura discursiva de la ministra me recuerda la de un sesudo catedrático de Derecho (acaso haya sido profesor de ella) de la USC, que, en un breve discurso ante alumnos de COU, se dirigió a los profesores de Instituto que estábamos atrás y nos espetó esta lapidaria frase: “Por favor, avísenme si me elevo demasiado”. Demasiado tarde, lo sé, pero queda avisado.

23 may 2021 / 01:00
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