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Las talibanes: unas mujeres que odian a las mujeres

Tras la nueva toma del poder por los talibanes ha surgido en Afganistán una auténtica oleada informativa. Parte de ella fue el anuncio de la reapertura de las universidades privadas para mujeres, planteada de tal modo que en la práctica resulta imposible de poner en práctica. Simultáneamente el Ministerio de Educación talibán anunció que “únicamente los alumnos de educación primaria, secundaria y bachillerato podrán volver a la escuela”, advirtiendo también de que las mujeres deberán abandonar sus trabajos. En el mundo rural los talibanes continúan matando a miembros de las anteriores fuerzas de seguridad y obligan a los campesinos a pagarles el diezmo de todos y cada uno de sus bienes. Mientras tanto, en las ciudades el hambre y la miseria comienzan a apoderarse de unas calles que los talibanes son incapaces de controlar. En ciudades como Herat proliferan los robos a mano a armada y los secuestros, y en Kabul, Zaranj y en las provincias próximas a las fronteras, miles y miles de personas arriesgan sus vidas intentando pasar a Pakistán o Irán, siendo devueltos por las policías de esos países y retornado a su país en el que apenas van a tener posibilidad alguna de sobrevivir entre la presión del hambre y la de los talibanes.

Esto es todo lo contrario de la imagen que se quiere dar a la comunidad internacional de unas mujeres que seguirán teniendo acceso a la educación, a la vida pública y a la vida social, en un país en el que se dice que se ha proclamado una amnistía; un país en el que no existen los talibanes 2.0, y en el que se vende la imagen de un cambio que no es más que una gran mentira.

A los pocos días en que comenzasen a verse pequeños grupos de mujeres manifestándose por las calles de Kabul, Herat o Mazar-e Sharif en protesta contra el régimen talibán, comenzaron a circular por internet imágenes de mujeres cubiertas de negro de la cabeza a los pies de las que se dice que son defensoras de los talibanes. Muchas veces me he preguntado si esas son mujeres reales que apoyan de verdad a los talibanes y su misoginia. Y es que la mayoría de las mujeres de Afganistán, aunque sean musulmanas practicantes, no comparten en absoluto esa interpretación del islam y luchan contra la misoginia y la humillación a las que los talibanes someten a las mujeres. Pero al final me he dado cuenta de que por desgracia sí que existe este nuevo tipo de mujeres, defensoras fanáticas del nuevo emirato y su ideología. Es evidente que no representan a la mayoría de las mujeres, pero están haciendo muchísimo daño a las mujeres que se sienten oprimidas y asfixiadas por los talibán.

Lo más importante de todo es tratar de entender qué les pasó a esas mujeres cubiertas de velos negros, que se reunieron en las provincias del sur y la universidad de Kabul, e incluso pronunciaron un alegato a favor del Emirato islámico, que no las considera seres humanos de pleno derecho. Como provengo de Afganistán y he vivido muchos años en las madrasas, conozco de primera mano lo que son esos centros, y por eso creo que puedo explicar por qué esas mujeres se convirtieron en talibanes.

Cuando uno comienza a estudiar la jurisprudencia y la tradición islámicas, pronto se da cuenta de que a lo largo de los siglos ha habido tres grupos que no han disfrutado de un estatus legal pleno. Y esos grupos son los infieles, los esclavos y las mujeres, pero de los tres el peor de todos estos grupos es el de las mujeres. Y es que el esclavo puede ser manumitido y llegar a ser libre, el infiel se puede convertir, poniendo así fin a su situación de inferioridad, pero las mujeres siempre estarán condenadas a seguir siendo lo que siempre fueron.

A pesar de las luchas para conseguir mejorar la condición de las mujeres, sigue habiendo grupos fundamentalistas que creen que todas las desdichas que sufren los países islámicos se deben a la introducción de ideas y costumbres extranjeras. Para ellos el mundo musulmán debe permanecer incólume e inmutable, porque todo lo que los aleja del auténtico islam les hace perder su anterior grandeza. Por eso los fundamentalistas sienten nostalgia por ese pasado en el que islam era totalmente puro, la época de Mahoma y los períodos subsiguientes en los que florecieron los diferentes califatos, y en los que, entre otras cosas, las mujeres vivían recluidas y estaban subyugadas. Los talibanes son solo uno de esos grupos, y por eso para ellos la única ley aceptable y la única que puede traer la prosperidad al mundo es la sharía.

Pero si uno quiere saber qué es lo que dice la sharía sobre el gobierno de una sociedad islámica, lo primero que tiene que hacer es aprender árabe, el lenguaje del Corán en el que Mahoma dice que Dios le habló. Y para aprender el Corán y los demás textos sagrados es necesario asistir a esos lugares específicos que en la actualidad son las madrasas. Por decirlo claramente y de una vez por todas, lo que dicen los talibanes y sus grupos afines de la sharía, el trato a las mujeres y cualquier otro tema, es lo más fiel a la tradición islámica. Al fin y al cabo son los talibanes y sus mulás los que mejor la conocen, gracias a su estudio exhaustivo de Corán y todos los demás textos. Y si hay millones de musulmanes que no comparten sus ideas sobre las mujeres y todos los demás temas posibles, ello se debe a que en realidad no han estudiado en profundidad los textos islámicos. Por eso su islamismo puede ser bueno y pacífico, porque no es un islamismo de verdad.

Para saber por qué algunas mujeres y niñas han acabado por ser ideológicamente talibanes debemos tener en cuenta qué es lo que ha ocurrido en los últimos años. Desde 2005 los talibanes introdujeron una serie de cambios, sacrificando su religión para poder obtener la victoria. Y así, al contrario de lo que hicieron en su primer gobierno, en el que impusieron la más estricta sharía y el más puro islam, en los campos de batalla sacrificaron sus tabúes y sus ritos para conseguir el triunfo en la batalla. Así reclutaron como yihadistas a criminales y personas procedentes de países extranjeros, y comenzaron a utilizar a los terroristas suicidas como una de sus tácticas esenciales. A su vez, amparándose en la corrupción generalizada del estado, se introdujeron en la industria de la droga, en la minería ilegal y otros medios que le permitiesen continuar su lucha contra las fuerzas nacionales de seguridad, que eran traicionadas por su propio gobierno. Y por último, a pesar de ser radicalmente tecnófobos, lo neo-talibanes comenzaron a utilizar todos los medios digitales para lanzar su propaganda. Podríamos decir, sin caer en la exageración, que en buena parte deben su victoria a internet.

Pero quizás lo peor de todo lo que han hecho ha sido crear madrasas para mujeres y niñas. Hasta entonces esas escuelas eran exclusivas para niños y hombres, pero desde hace unos pocos años se han abierto docenas y docenas de ellas para las mujeres. Por ejemplo, en Afganistán en la provincia de Kunduz la madrasa Ashraf-ul Madaris tenía ya en el 2014 14 centros con más de 6.000 alumnas, y de las 1.300 madrasas del país hay cada vez más de ellas exclusivamente femeninas. Ha sido en su seno en donde muchas mujeres se han vuelto tan radicales como los hombres. Por desgracia así es y por eso las mujeres talibanes son tan reales como los hombres, y por eso por desgracia pueden ser igual de peligrosas, porque tienen el poder y la capacidad de hacer muchísimo daño a millones de mujeres que no quieren aceptar el dominio talibán.

La toma del poder por los talibanes y sus consecuencias para la vida de millones de personas quizás sea ya una de las primeras grandes tragedias del siglo XXI. Pero lo más trágico es ver a mujeres radicalizadas convertidas en talibán; unas mujeres que no solo justifican la subyugación de las mujeres, sino que están dispuestas a participar en ella. Yo sé lo que se siente al vivir en una madrasa radicalizada. Y no es ninguna exageración decir que, tras esa experiencia, la sangre ya no circula por tu cuerpo, lo que circula es sólo el islam más puro que te domina y que te impulsa a que hagas todo lo posible para difundirlo entre los demás. Cuando una persona se ha radicalizado, ya no es una persona normal, sino un ahogado en un mar de religiosidad tóxica, carente de sentido espiritual y capaz de infringir cualquier clase de daño a cualquier persona, y sobre todo a las mujeres. El odio aprendido es muy difícil de desaprender, y por eso no es nada fácil lograr que una persona radical deje de serlo. Eso supondría, en cierto modo, destruirlo, y así tampoco nunca podría volver a ser una persona normal. Por eso es ahora cuando los talibanes se han vuelto peligrosos de verdad.

29 sep 2021 / 01:00
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