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Más de 200 marineros permanecen aislados esta semana en hoteles de Padrón y Vigo antes de participar en la construcción de un oleoducto en Oriente Medio // Si dan negativo en covid-19, mañana embarcarán en el puerto olívico TEXTO Arturo Reboyras

Cuarentena a cuerpo de rey antes de navegar hasta Israel

Muchos llegaron a Lavacolla el pasado 15 de abril en un avión procedente de Ámsterdam fletado por International Marine Offshore, la empresa en la que trabajan, dedicada a soldadura industrial y la construcción y reparación naval y submarina. Y después de unos días de descanso con sus familias, mañana tocará embarcar de nuevo en el buque Solitaire para poner rumbo a Israel, donde tendrán que construir un gran oleoducto, un complejo proyecto que se extenderá durante los próximos seis meses.

Pero antes de emprender este largo viaje, la compañía ha querido que todos sus trabajadores se sometan a una pequeña cuarentena y al test del covid-19 para evitar riesgos. Así, más de 200 marineros gallegos se encuentran esta semana aislados en diferentes hospedajes de Vigo y también en Padrón. El Hotel Scala, en la villa rosaliana, acoge a 123 técnicos de la multinacional. El edificio, que cuenta con 212 habitaciones, se ha convertido en un auténtico búnker anticoronavirus. “Estamos muy bien. Aquí se come de maravilla y podemos descansar”, confiesa uno de los marineros de Offshore desde la ventana.

Llegaron al establecimiento el domingo a lo largo de la tarde y desde entonces no han podido salir de su cuarto. “Están alojados en habitaciones individuales. Y no mantienen contacto con los empleados del hotel ni entre ellos. Les dejamos la comida en un carrito en la puerta de cada estancia y también les hacemos el cambio de toallas”, explica Manuel Vidal, uno de los responsables del Scala, antes de apuntar que el establecimiento abrió sus puertas la semana pasada para cobijar a personas que trabajan en sectores de servicios esenciales.

Hoy conocerán el resultado del test del covid-19 y, de dar negativo, mañana serán trasladados de quince en quince en autobús (para guardar la distancia de segudidad frente al contagio) a la ciudad olívica. Hasta entonces no pueden salir de su habitación, porque de hacerlo correrían el riesgo de quedarse en tierra y no participar en el proyecto israelí. Así, pasan las horas viendo la tele, leyendo y también chateando y en largas videollamadas con sus familias. Entre ellos se comunican con frecuencia, como cuando salen a echar un cigarrillo, a través de las ventanas del edificio. EL CORREO pudo ser ayer testigo de la peculiar tertulia de un grupo de compañeros de Ribeira que hizo cobrar vida a la fachada del Scala. Uno de ellos, responde a voces desde la última planta del hotel: “Somos soldadores, estamos esperando a que nos traigan la comida y aprovechamos para charlar un rato. Estamos todos bien así que esperamos poder embarcar”.

La inmensa mayoría de los tripulantes proceden de municipios de las rías gallegas, si bien también hay alguno de Asturias y Cantabria. En el puerto de Bouzas les esperará el Solitaire, un buque de 405 metros de eslora, 40 metros de ancho y 15 metros de calado que atracará en Vigo mañana a primera hora. De este mismo barco desembarcaron todos ellos hace quince días en los Países Bajos. International Marine Offshore quería que sus trabajadores tomaran un descanso, al menos durante el tiempo que tardaría el barco, con capacidad para 420 operarios, en llegar a la costa gallega. Una vez a bordo en Vigo, pondrán rumbo a Israel, una travesía que previsiblemente durará nueve días, con solo una breve parada técnica en Cádiz.

La empresa ha recurrido a todos sus trabajadores españoles para este proyecto en Oriente Medio y a su desplazamiento por vía marítima por los problemas que se encuentra, debido a las restricciones de movimiento, para movilizar a sus empleados del Reino Unido o Estados Unidos.

Para hoteles como el Scala recibir huéspedes en medio de la pandemia del coronavirus supone un balón de oxígeno, teniendo en cuenta el mal momento que atraviesa el sector. Después de semanas cerrado por la crisis sanitaria, desde el alojamiento, que se erige como “el más grande de Galicia en número de habitaciones”, sostienen que su apertura también supuso un gran alivio para muchos trabajadores de sectores de servicios esenciales. “He visto como a algún camionero le caían las lágrimas después de semanas durmiendo en su cabina y comiendo de tupper o lo que podía comprar en un supermercado”, comenta Manuel Vidal, antes de subrayar que en el establecimiento han reforzado todas las medidas de seguridad a través de un riguroso protocolo de prevención. Servicios como el que presta a los tripulantes del Solitaire también servirán para compensar un poco la pérdida de otros clientes, como peregrinos, turistas, congresistas o eventos. Con la esperanza de que todo vuelva a ser como antes pronto.

05 may 2020 / 23:45
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