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Escandaloso negocio detrás de los test chinos y las vacunas

Reino Unido realizó una compra masiva de pruebas diagnósticas fabricadas en el país asiático, cuya ineficacia para detectar positivos quedó demostrada. El objetivo último sería preservar el prestigio del cuestionado antiviral de AstraZeneca

La llegada de las vacunas para hacer frente al COVID ha supuesto para la inmensa mayoría de la población ver la luz al final de un túnel por el que llevamos transitando en nuestro país desde hace algo más de un año. Esa esperanza choca una semana sí y otra también con el lento ritmo de vacunación y con las inquietantes noticias sobre los efectos secundarios de los antivirales, en concreto, de los de AstraZeneca. Ayer, sin ir más lejos, Países Bajos decidía suspender todas las vacunaciones con este fármaco.

A todo esto hay que añadir la incertidumbre sobre la eficacia de las vacunas actuales frente a algunas de las nuevas variantes del virus, 4.000 desde la confirmación del primer caso en Wuhan. No son pocos los científicos que creen que los antivirales actuales _como los de AstraZeneca, Pfizer, Moderna, Sputnik o Janssen_, dirigidos a generar anticuerpos específicos de proteína S, podrían llegar a crear una bomba viral.

Como recogía ayer EL CORREO GALLEGO, científicos que trabajan desde Galicia en el desarrollo de fármacos contra el COVID, consideran necesarias otro tipo de vacunas, más potentes y que no dependan de esa proteína, para poder atacar variantes como las brasileñas, británica, sudafricana y americana, así como las que puedan seguir surgiendo en los próximos meses.

EL NEGOCIO

Estos mismos investigadores también cuestionan el “negocio” alrededor del COVID. Un claro ejemplo sería lo que está ocurriendo en Reino Unido, donde asistimos a una drástica, pero irreal, caída de los contagios. La explicación es muy simple.

El país compró 348 millones de kits de test de flujo lateral, que son los que están usando para personas sintomáticas, en lugar de las conocidas PCR (Polymerase Chain Reaction). El problema radica en su efectividad. Y es que, según varios estudios de campo publicados por el British Medical Journal (BMJ) un 60% de infectados dieron negativo en ese test de flujo lateral, incluyendo un 33% de infectados con alta carga viral. Ante estos resultados, la institución pidió ya el pasado enero al ejecutivo de Boris Johnson la retirada de este tipo de pruebas.

Llegados a este punto, cabe preguntarnos por la procedencia de esos test que, visto lo visto, contribuyen a la dispersión del virus. Reino Unido pagó por ellos a la empresa estadounidense Innova la nada despreciable cantidad de 1.500 millones de euros. Unos test que la entidad británica equivalente a la Agencia Española del Medicamento (MHRA) rechazó aprobar inicialmente, por los fallos detectados en un ensayo llevado a cabo en la ciudad de Liverpool. Poco después, sin embargo, cambió de opinión y les dio luz verde. Por si se están preguntando dónde se fabrican estos kits, la respuesta es en China, en concreto en la empresa Biotime Biotechnology.

El periódico The Guardian publicó un artículo sobre esta controvertida compra, en el que recordaba que “Innova Medical Group es el mayor receptor de pagos de contratos del gobierno de Reino Unido durante la pandemia”. La empresa, por cierto, es propiedad del grupo Pasaca Capital, fundado por el empresario Charles Huang, originario de Wuhan.

¿Y cuál es el objetivo último? Según los expertos, preservar el prestigio de la vacuna de AstraZeneca. Es decir, argumentar que la drástica caída de contagios obedece a la efectividad de este fármaco contra el COVID, y no a la inefectividad de los test de antígenos de Innova. Hasta finales de marzo, Reino Unido vacunó a 18,1 millones de británicos con ese antiviral.

04 abr 2021 / 11:27
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