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José Padín, natal de Villagarcía de Arousa y médico en Lisboa, relata la compleja situación asistencial que sufrió el Hospital Santa María // La fila de ambulancias con infectados por COVID-19, que se originó en la entrada al centro donde trabaja, ante su saturación, fue contemplada en toda Europa TEXTO Jorge Garnelo

Presión, caos y elección en Lisboa

“Llegaba por todos los lados” el COVID al Hospital de Santa María. Así lo resume José Padín, médico gallego que trabaja en este centro. También lo constataron las imágenes de estas instalaciones ubicadas en la capital lusa, difundidas recientemente, donde gigantescas filas de ambulancias esperaban mientras los equipos sanitarios decidían qué infectados accedían al recinto portugués. Todo “explotó”. Ahora era un “caos”.

Padín, traumatólogo pontevedrés que lleva 24 años en el país vecino, actualmente en Lisboa, señala que durante el fatídico período viral que les asoló estas últimas semanas sintieron cómo el dichoso coronavirus estaba “por todos los lados”.

“Habíamos conseguido mantener la actividad en el servicio y mantenernos alejados de los casos COVID-19, pero desde Navidad hasta ahora, con todo este aumento de contagios, empezamos a tener infectados”, explica el especialista, original de Vilaxoán, una pequeña parroquia ubicada en Vilagarcía de Arousa.

CONTAGIADOS QUE LLEGARON SIENDO NEGATIVOS. El panorama, según comenta, se debió a que los ingresados convencionales (cuales pequeñas bombas silenciosas) iban al centro para ser operados o a causa de alguna emergencia (accidentes o dolencias físicas que atienden en su servicio), transportando muchos de ellos el virus. No se detectó al momento, pues les hacían test para saber si eran positivos, pero al ser infectos recientes sus resultados eran todos ellos negativos.

Al poco tiempo “explotó” tanto en “pacientes como personal de enfermería o médicos”. “Todas las semanas teníamos novedades de los que habían dado positivos con o sin síntomas en medio de nosotros”, relata el doctor: “Fue una cosa que hasta ahora no nos había ocurrido”.

La presión asistencial que observaron entonces fue “muy pesada y complicada”. Para Padín, esta situación se debió fundamentalmente al “pico tan brusco que hubo a partir del inicio del mes”. “Se tardó unos días en dar solución y gestionar esta avalancha”, añade.

FOTOGRAFÍAS QUE RECORRIERON EL MUNDO. De hecho, tal acumulación de enfermos, tanto COVID como demás, dieron lugar a las mediáticas imágenes que “salieron en todos los medios de comunicación de toda Europa”. “Fue muy alarmante”, confiesa el traumatólogo, haciendo ver que las instantáneas fueron consecuencia de un reajuste en el protocolo establecido.

“Se detectó en ese momento que un porcentaje muy elevado de esos casos que estaban llegando al hospital en ambulancia no necesitaban cuidados hospitalarios”, destaca en este sentido el profesional: “En 48 horas dijeron, coño esto es un caos, hay que buscar un sistema”.

Así, tal como señala, enviaron un equipo médico a cada ambulancia para determinar cuáles eran los casos que debían hospitalizarse y cuáles no. Eso ante sospechas o contagios, puesto que los enfermos convencionales de urgencia “no tenían espera ninguna”. “Se solucionó la situación, pero aún así el hospital se saturó de ingresados”, comenta.

“Cada vez se fueron reduciendo el número de pacientes normales, porque también no ingresaban, no había tanta presión y los casos COVID fueron invadiendo poco a poco el hospital”, prosigue el doctor, destacando que al estar “tan inundados de cifras” se “empezaron a cerrar pisos y plantas”, juntando pacientes de varias especialidades en unas para abrir todas las otras a los positivos.

SENSACIón. Aunque “el bajón ya es considerable”, dice Padín sobre los nuevos contagios detectados en Portugal, el médico cuenta “con el mes de febrero y probablemente marzo” para que la presión descienda, debido a que la mayoría de enfermos, especialmente los graves, son “pacientes que consumen muchos días”.

En cuanto a sus emociones y sensaciones, experimentadas durante este infausto período, el gallego comenta que la peor parte se la llevaron sus compañeros de intensivos: “Ver a esa gente era agotador. No sabían dónde meter los pacientes ya, era una sensación de caos auténtica, felizmente está en remisión, vamos a ver qué pasa de aquí en adelante”.

ALGO ABSURDO. “El culpable es el virus y sus primos”, mantiene, pero el motivo de llegar a dicho punto fue “facilitar la transmisión”: un hecho más que evidente en el territorio luso, donde durante las fiestas navideñas predominaron las reuniones entre familiares y amigos.

“Si estuviéramos todos en casa esto no hubiera ocurrido. Es un poco impensable, la gente necesita salir a la calle, necesita comprar, necesitamos volver a la actividad normal, pero en cuanto los números empiezan a subir eso hay que cortarlo”, advierte Padín, criticando del mismo modo que es “una barbaridad abrir la mano cuando ves que están comenzando a llenarse los hospitales y a morir cada día más personas”.

Según reconoce, mantener la educación abierta fue “una auténtica locura” que hizo a la gente salir de casa para “tener un caballo de Troya de vuelta todos los días”. “Hoy no te infectaste, mañana tampoco, pero otro día sí. Fue absurdo”, concluye.

14 feb 2021 / 01:00
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