Adiós al abrazo cálido y acústico que llegaba con acordes del Caribe

En el escenario, su silueta se dibuja cual promesa de llenar el breve espacio en que ya nunca estará. Aunque en él siempre lo veremos y escucharemos. Y no dejaremos nunca de aplaudirle y admirarlo, porque Pablo Milanés es y será un cantautor eterno. Una de esas voces imprescindibles en cualquier discografía del alma. Creador en los revolucionarios años 60 de la Nueva Trova Cubana, junto a compañeros tan carismáticos también como Silvio Rodríguez, su legado va mucho más allá de lo que generaron sus discos. Sus hermosas composiciones, cargadas de reivindicaciones unas, de pura lírica otras, de sensaciones entrañables todas, son el centro de una concatenación de círculos concéntricos que se expanden desde Cuba hacia el mundo entero, sumando todas las causas a su carrera. Una trayectoria que sólo se puede entender ligada a todos los avatares de esa isla del Caribe que tanto amaba y que tanta historia condensó en el tiempo que a él le tocó vivir. El anhelo de libertad, en todas las concepciones y contradicciones que padece, es el nexo armónico de su obra. Sin una palabra de más ni una nota de menos. Vivió como cantó y cantó como predicó con su voz humilde de alta gama cromática, pues siempre le gustó la canción que comprometiese su pensar. Gracias, eternamente, Pablo.

xosé ramón r. iglesias