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Javier Gómez Noya

Persona excepcional: ejemplar en el triunfo y también en la derrota

Triatleta olímpico

Escribía Eduardo Galeano en Los hijos de los días que: “Y los días se echaron a caminar. Y ellos, los días, nos hicieron. Y así fuimos nacidos nosotros, los hijos de los días, los averiguadores, los buscadores de la vida”. Se refería el escritor uruguayo a una comunidad maya de Guatemala en la que sus componentes se esforzaban siempre por ir un poco más allá hasta que el cuerpo les decía basta; entonces no se rendían seguían adelante. Se echaban a caminar. Javier Gómez Noya es un ser humano hecho de otra pasta, quizás sea descendiente lejano de esos hijos de los días, con una trayectoria vital que le llevó a ir siempre un paso más allá. El triatleta ferrolano fue siempre grande en la victoria y en la madrugada de este lunes demostró serlo todavía más tras cruzar la meta lejos de los mejores en unos Juegos Olímpicos que estaban en deuda con él. Ya nunca se la podrán pagar y tendrá que conformarse con aquella presea de plata de Londres 2012. Este año perdido, a su edad, fue decisivo pero Javi reaccionó como el campeón que es, como los hijos de los días. Nada de disculpas, “simplemente me quedé seco”; ni lamentos, “me hubiera gustado hacerlo mejor” y solo una reflexión: “aún amo el deporte” que debería servir de ejemplo a los jóvenes que empiezan. Nadie ganó tanto como él en condiciones más difíciles. Un deportista genial en una persona excepcional. También en la derrota. josé a. pérez

27 jul 2021 / 01:00
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