Quien se vaya que no vuelva con un cajero recaudador

Hay cosas que no se pagan con dinero. Una de ellas es la confianza. Los gallegos la tenían en sus cajas de ahorros, con cuyas pequeñas sucursales perseveraban en una relación que iba mucho más allá de las pesetas o los euros. Sobre todo en los núcleos rurales, donde una oficina de una entidad financiera se convierte todos los primeros de mes en el centro neurálgico de los pueblos. Es esta una confianza ciega que no se hereda ni se compra. Hay que ganársela. Las cajas se esfumaron y los que llegaron para ocupar su lugar no empezaron con mal pie, pero, de pronto, les da por hacer solamente números donde antes había mucho más que cifras y letras. Rompen una cadena de confianza inmemorial que puede ser irrecuperable. La alcaldesa de Vimianzo lo tiene claro, quien cierre una sucursal, pierde todo negocio con este ayuntamiento. Amén. e. m.