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Cantante, actriz y cortesana, triunfó en la Francia de la Belle Époque // Tuvo una infancia difícil en la que sufrió abusos y fue abandonada por su madre // Cuenta con una casa tradicional que recrea su vida en el Museo de Historia de Valga TEXTO Sol Elvira

Bella Otero: los claroscuros de la valguesa más internacional

El Museo de la Historia de Valga fue creado para divulgar el patrimonio natural y la historia del municipio pontevedrés, así como la figura de su vecina más ilustre; Agustina Carolina Otero Iglesias (1868-1965, más conocida como La Bella Otero, una mujer valiente, muy adelantada a su tiempo y con una vida llena de claroscuros. Fue una de las mujeres españolas más célebres de finales del siglo XIX y las primeras décadas del XX. Pese a tener una infancia difícil en la que sufrió abusos y fue abandonada por su madre, Carolina fue capaz de convertirse en la más exitosa bailarina de su tiempo desde el mítico Folies Bergére de París. Su inusual belleza y su embriagadora personalidad la llevaron a protagonizar una agitada vida amorosa, siendo amante de no pocas cabezas coronadas de la época. Pero pese al dinero ganado a lo largo de su vida, en su testamento, por el que legaba sus bienes a los más necesitados de Valga, dejó una herencia de tan solo 609 francos.

Su historia no deja indiferente a nadie. Carolina Otero nació el 4 de noviembre de 1868 en Valga en el seno de una familia humilde. Aunque la identidad de su padre siempre ha sido motivo de especulaciones, todo apunta a un oficial griego al que su madre, una bailaora de origen gitano llamada Carmencita, habría conocido en un tablao de Cádiz. El griego, de nombre Carasson, habría muerto en uno de los duelos con los amantes de Carmencita. De cualquier forma, Carolina crecería sola en compañía de su madre y una hermana gemela en un ambiente de extrema necesidad. De hecho, a los 10 años su progenitora la deja en un internado en el que pasa muchas penalidades, ya que llegó a sufrir abusos que le provocaron imposibilidad para tener hijos.

A los catorce años, mientras va a recoger agua a un pozo, conoce a un apuesto joven llamado Paco. Con él se iría a Lisboa. En la capital lusa comienza a alimentar su leyenda como bailarina, pero allí la abandonaría Paco y se trasladaría a Barcelona, donde trabaja en el Palacio de Cristal y conoce al conde Guglielmo, con el que contrae matrimonio. Él la anima a cruzar la frontera y tras buscar fortuna en Marsella, con 21 años llega a París, en 1889. Es allí donde se forja su leyenda como La Bella Otero, una bailarina exótica que en un tiempo récord tendrá a sus pies a aristócratas, acaudaladas personas y monarcas. Se le atribuyen idilios con el gran duque Pedro Nikilaevich, nieto del zar Nicolás II; con el Príncipe de Gales, el futuro Rey Eduardo VII; con Guillermo II de Alemania y Leopoldo II de Bélgica, e incluso con el rey Alfonso XIII.

Su azarosa trayectoria amatoria se interrumpió bruscamente en la segunda década del siglo XX, cuando tras un accidente de coche, decide retirarse y mudarse a Niza. Con 96 años, arruinada y olvidada, muere de un paro cardíaco mientras descansa en su minúsculo diván. A su entierro, tan sólo acudieron un puñado de conocidos y crupieres.

Hoy su vida se recopila en el Museo de Historia de Valga, en el que se expone la historia, geografía y etnografía del municipio. El edificio principal, de reciente construcción, cuenta con cuatro zonas expositivas, y el espacio del último piso gira alrededor de la apasionante figura de La Bella Otero. En los anexos se encuentra otro edificio expositivo que alberga la recuperación de la casa tradicional gallega de finales del XIX, vinculada a la infancia de Carolina y con una cuidada recreación etnográfica.

31 may 2020 / 01:00
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