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Dirigió la taberna con posada de su suegro en Londres, en donde alojó al militar // Desveló su identidad el último día y anunció que volvía a España para una misión importante // Lo fueron a buscar Mateo Sagasta y Ruiz Zorrilla TEXTO Xosé M. Lema

José Lago, el marino corcubionés que dio cobijo al general Prim

Hay personas con grandes historias que no se llegan a conocer. Otras tienen la suerte de quedar inmortalizadas en los libros. E incluso las hay que llegan a reverdecerse cuando algún curioso periodista las pone de nuevo en el candelero. El mérito principal de que esta historia siga activa es del gran cronista de la Costa da Morte, Francisco de Ramón y Ballesteros. Y también del investigador porteño Rafael Lema, afanado siempre en poner en valor a todos los protagonistas de su comarca.

El hombre que hoy nos ocupa es José Lago, un marino de Corcubión del siglo XIX, que navegó los sietes mares y tenía en su memoria una enciclopedia de anécdotas. Pero fue precisamente una cuestión involuntaria la que lo sacó del ingrato cajón del olvido, donde están destinados la mayoría de los mortales.

Entre sus múltiples destinos del mundo, a José Lago la gustaba especialmente Londres. A orillas del Támesis había trabado amistad con el tabernero irlandés Patrick O´Brien. Llegó, en 1860, a enrolarse en la Royal Navy y participar en la guerra entre Inglaterra y China.

Como en el guión de una película, también aparecen las referencias amorosas, porque el marino gallego acabó casándose con la hija del tabernero y se hizo cargo del establecimiento que este tenía en la city.

Cuentan que aquella fonda era un punto de encuentro de lobos de mar, españoles exiliados, y otras hierbas. En septiembre de 1868, se hospedó allí un caballero español. Alto, serio y de pocas palabras. Permaneció días en su habitación sin relacionarse apenas con nadie. José Lago terminó por acercarse al extraño viajero para ofrecerle ayuda, si era preciso. No necesitaba nada. Y así fueron pasando los días.

La tarde en la que el enigmático compatriota decidió marcharse se armó un enorme bullicio de personas y coches. En el momento de la despedida, el huésped decidió desvelar su identidad: era el general Juan Prim, que le avanzaba su partida para la capital de España, con una importante misión. Al parecer, se quedó muy agradecido por el trato del marinero corcubionés convertido en hostelero.

Era un viernes 11 de septiembre cuando salía de la fonda de Lago hacia Southhampton, acompañado por Manuel Ruíz Zorrilla y Práxedes Mateo Sagasta, que fueron quienes lo recogieron.

Eran otros tiempos. Prim y Prats recibía informaciones de España a través de cartas en lenguaje simbólico que se troceaban en tiras marcadas con números pares e impares y se enviaban en cartas distintas que juntas componían una sola.

Los espías también estaban activos, por lo que Prim y sus colaboradores vieron en la fonda de Lago el sitio ideal. Después, se disfrazó de lacayo para navegar en un vapor hasta Gibraltar. De ahí hasta Cádiz. El 17 de septiembre tuvo lugar el pronunciamiento. No fueron menores las peripecias del militar y líder progresista que acabó siendo presidente del Consejo de Ministros de España. Y como el lector sabe, asesinado en la madrileña calle del Turco.

Aunque tuvieron un verano muy intenso, se puede decir que Prim vivió unos momentos decisivos de su vida y transcendentales para la historia de España, en la fonda que un vecino de Corcubión tenía en la zona portuaria londinense.

Quizás por la morriña, o por otras causas que no trascendieron, el señor Lago concluyó su periplo vital en la villa de San Marcos. Allí recordaba la anécdota que había protagonizado, que fue sobreviviendo en la memoria oral del pueblo y hoy recibe una transfusión de tinta en las páginas de este periódico.

29 jun 2020 / 01:00
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