Aurora Cano, directora de la Compañía Nacional de Teatro de México (CNT), primera mujer en dicho cargo en los 50 años de historia de esa institución pública, es la coautora de Canta máis luz, máis sombra, obra de teatro doble, parte del ciclo Clásicas Desfeitas vol. 7 e 8 que llega hoy y mañana al Edificio Fontán de la Cidade da Cultura.
El montaje es un dos por uno donde el director del Centro Dramático Galego (CDG), Fran Núñez, crea la otra mitad. Mientras ella aborda la figura de Rosalía de Castro con “una pieza de ficción”, aclara Aurora, Núñez se centra en Sor Juana Inés de la Cruz “con un esquema de biopic”, detalla esta actriz y dramaturga mexicana con raíces cántabras.
Ambas producciones son parte del programa Residencias Artísticas do Gaiás – REGA23, aquí con un elenco formado por Diana Sieira, Xosé Lois Romero, Shadé Ríos y Yurief Nieves. “Diana y Xosé Lois hacen un trabajo espectacular, y también Germán, que hace una voz en off”, dice Aurora en charla con EL CORREO en el restaurante Cacao, sito donde estaba la antigua fábrica de Chocolates Raposo. Ella pide un te negro tras la frustración de ver que el local deshonra su nombre y es incapaz de servirle un chocolate.
Canta máis luz, máis sombra, se puede ver hoy y mañana en la Cidade da Cultura, a las 20.30 horas, con entradas a 9 euros.
¿Cómo es su aproximación a la figura de Rosalía?
De las cosas que más me llamaron la atención cuando me metí en el universo de Rosalía es que se trata de una mujer siempre señalada, desde que nace. En ese primer momento para mal por ser la hija bastarda de un cura, alguien que va a estar perseguida siempre porque la señalan, la observan, la juzgan. Desde niña es una mujer señalada y a lo largo de su vida, y en especial del vínculo con su tierra, Galicia, hay una serie de circunstancias polémicas. Primero la señalan en positivo porque se pone a hacer algo que nadie hacía, escribir en gallego pero luego también es juzgada cuando lo deja de hacer. Hay una relación muy conflictiva entre el entorno y ella. Y más adelante es señalada como una santa, una idealización extrema, y veo que es un personaje absolutamente señalado para bien y para mal, por eso en esta obra quise apostar por la idea del escaparate. Como símbolo, Rosalía es fuerte. Ella no era un mujer común y ese hecho de ser observada es una fuente de sufrimiento para ella. El juicio permanente, incluso después de muerta, rodea su figura.
Es curioso, ahora mismo, ser una persona muy observada puede ser hasta la base de un negocio a través de las redes sociales.
Mi pieza va sobre la trampa que es ser inmortal, porque es como si nunca te pudieras liberar de los señalamientos. Es como si quedaras de forma permanente atrapada en un escaparate, en una vitrina.
El hilo de la obra tiene que ver con la trampa de ser inmortal en vida y después de vivir. A Rosalía no se la deja tranquila.
De México conocemos el talento para el cine, la música, las artes visuales pero apenas teatro, ¿por qué?
En México el teatro ha sido poco reflexivo hacia el pasado del país. Es un teatro muy del canon europeo, y desde una compañía nacional, además de ofrecer el patrimonio universal y de cuidar el patrimonio nacional, trabajamos en una tercera vía sobre esa multiculturalidad del país que aún no ha sido explorada. México tiene una mitología propia muy fuerte, y trabajamos para que sea tratada en términos dramatúrgicos pero desde lo absolutamente contemporáneo. El país tiene una serie de historias, leyendas y mitologías que no han sido exploradas y tenemos un proyecto llamado Teatro de arte mexicano que ha contratado a cuatro dramaturgos del país para escribir sobre cuatro mitos o leyendas mexicanos resignificándolos desde la mirada de lo contemporáneo.
El primer paso es una obra de Itzle Lara llamada Fruto en la sequía, basada en el mito de la Coatlicu sobre las mujeres que no quieren ser madres.