GENTE DE SANTIAGO
El armonicista, socio 'más viejo' del Aeroclub y espía industrial Gonzalo Freire cumple 95 años
Nació en 1927 en el barrio de A Pontepedriña. A medidados de los 50 se integró en el trío O’Kay, estudió en la escuela de pilotos de Lavacolla y se dedicó profesionalmente a la mecánica. Hace unos días celebró su aniversario en Santiago rodeado de algunas de sus numerosas amistades

Gonzalo Freire, el día de su 95 cumpleaños que celebró en Santiago rodeado de amistades / Antonio Hernández

"No sé dónde conseguí una de Portugal que enviaban los de la Hohner, porque aquí no había nada", cuenta Gonzalo Freire Seijas (Pontepedriña, 1927) sobre la primera armónica que tuvo en sus manos. Acaba de cumplir 95 años, pero no ha perdido el fuelle para seguir soplando este instrumento que es su gran pasión. Después de esa primera adquisición, "casi de contrabando, otro aficionado, un señor que tenía un comercio al lado del Instituto Rosalía, donde ahora está el Garoa, comenzó a importar armónicas de Alemania", lo que facilitó la práctica del grupo del que acabó formando parte: el trío O'Kay.
Como narra el músico e historiador de Santiago Alfonso Espiño en su libro Compopstela, la historia del trío O'Kay comienza a principios de los años cincuenta con Francisco Méndez Vidal y Serafín González Prieto formando lo que inicialmente era un dúo de armónicas. Fue en 1955 cuando Gonzalo Freire Seijas se une configurando el trío de armónicas. Su primer reto: participar en un concurso de artistas noveles en la Quintana. Ganaron en la categoría de "agrupaciones vocales".

El CD autoeditado del trío O'Kay, del que formaba parte Gonzalo Freijas / cedida
Amigo y fan declarado de Gonzalo Freire con quien ha compartido escenario en varias ocasiones, Espiño recoge en su libro que el grupo tenía "la simple intención de tocar en pequeñas villas cercanas a Santiago". La última actuación del trío fue en el Festival Azul, el 20 de septiembre de 1964. Después de más de cuarenta años sin tocar juntos, se reunieron en Esteiro en agosto de 2001, en el restaurante Carmiña, y grabaron un vídeo y un CD autoeditado que incluye pasodobles, valses, boleros, muiñeiras y estándares de jazz. Gonzalo acabaría participando años después en el World Harmonica Festival en Trossingen, Alemania, y conserva como oro en paño sus diplomas acreditativos del que es el mejor y mayor festival de armónica del mundo.
Espía mecánico en Alemania
Los ensayos de O'Kay se realizaban en el taller mecánico de Gonzalo en San Clemente después de sus jornadas laborales, porque Gonzalo nunca vivió de la música, sino de su oficio de mecánico y, posteriormente, profesor de FP. "Asistía a unas pasantías en el callejón de Matacalles, que hoy se llama General Pardiñas. Estaban junto a la oficina de Balandrón y cerca del sanatorio Baltar. Cuando terminé, la profesora le sugirió a mi padre que me dejara allí, pero cuando me preguntó le dije que quería trabajar y me convertí en mecánico con el maestro Areosa", relata Gonzalo acerca de su vida profesional que lo acabaría llevando a ser espía en Alemania a comienzos de los años sesenta.
"Había una empresa aquí que tenía problemas con una máquina grande que habían adquirido de Alemania, que causaba poros en las piezas y no sabían por qué". Fue entonces cuando lo enviaron a él a Einbeck, en la Baja Sajonia, en 1961 "aunque apenas sabía alemán. Gracias a mis habilidades de armonicista y otras destrezas, logré acceder a áreas restringidas con el cartel 'Zutritt verboten!' (prohibido el paso), que era donde se fabricaban los moldes".

Gonzalo Freire con sus amistades el día de su 95 cumpleaños en Santiago / Antonio Hernández
Gonzalo estaba oficialmente allí para aprender, pero "en realidad, mi misión era otra. Pasaban los días y yo les dije que si no me dejaban ver cómo se hacían los moldes, me iría, porque estaba perdiendo el tiempo". Cuando consiguió entrar en el laboratorio, asegura que el ingeniero responsable lo miró con desconfianza: "Trabajaban con máquinas de inyección de piezas metálicas, y allí producían moldes para fabricar millones de piezas". Entonces, descubrió el problema: "Era una tontería, una pequeña ranura con una bolsa que atrapaba el aire. Pero era como el huevo de Colón, alguien tenía que descubrirlo".
De Alemania, además de la solución al problema que presentaba la máquina, se trajo a su mujer Ila, a la que conoció trabajando en una fábrica de zapatos "en la que hacían 900 pares en 9 horas". A él le interesaba la maquinaria pero lo pusieron a confeccionar zapatos. "A mí eso no me gustaba. Ella (su mujer) era traductora en la empresa, sabía español porque había estado en México, y vino a llamarme la atención por algo que había hecho mal", revela entre risas.

Cedido
El socio "más viejo" del Real Aeroclub de Santiago
En 2021 viniveron los integrantes de la Patrulla Águila del Ejército del Aire al Real Aeroclub de Santiago y me invitaron porque soy "el socio más viejo". Gonzalo Freire aprendió a volar al tiempo que a ser mecánico. Ingresó en la Escuela de Pilotos en el año 1952. Es de la tercera promoción. Entre risas cuenta que no tenían cómo subir a Lavacolla a primera hora de la mañana. La solución: hacer una moto. "Aquí la tienes, paseando por la Alameda. La Cabra, le llamábamos. Nos costó muchísimo trabajo. El motor era viejo y estaba a trozos, estuvimos encajando piezas para conseguir ponerla en marcha". Pero se hicieron pilotos, aunque Gonzalo nunca llegó a realizar vuelos comerciales porque decidió quedarse con su taller.

Gonzalo conduciendo 'La Cabra', la moto que construyó para subir a Lavacolla a realizar las prácticas de piloto / Cedida
Con treinta años se hizo profesor adjunto de la escula de formación profesional. "Con la ayuda de amigos" -y Gonzalo tiene muchos por su bonhomía-, se presentó a las oposiciones, las sacó y junto con su familia se fue a tomar posesión de su plaza a Valencia. "Después, estudié cinco carreras", afirma, “yo no soy hombre de taberna y me hice profesor de automóvil. Como tuve un hijo diabético y fue una lucha tremenda, para que no me lo expliquen, estudié cuatro años Medicina y me diplomé en DUE. También tengo un máster de radiólogo".
Su pasión por la mecánica y su afán por aprender lo llevaron a trabajar con algunos de los médicos, farmacéuticos e investigadores de la universidad de mayor prestigio, como el astrónomo Ramón María Aller Ulloa para el quien desarrolló varios prototipos. "También diseñé un intestino que reproducía el movimiento de la digestión porque me lo pidió un médico amigo mío. También para Medicina diseñé una máquina para operar el cáncer de colon que evitaba aquella bolsa que ponían en un 90% de los casos".
A sus 95 años Gonzalo destila energía, descubriendo que detrás de este interés sobresaliente por saber puede estar, probablemente, la clave de la longevidad.
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