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Antonio Hernández
Ver galería >Después de tres días de música sin pausa, lluvia intermitente y emociones a flor de piel, el camping del Monte del Gozo comenzó a vaciarse este domingo por la mañana. A las 12:00 horas, como marcaba el horario de salida, los últimos campistas abandonaban el recinto cargados con tiendas, esterillas y mochilas llenas de vivencias. La estampa era tan festiva como nostálgica: caras cansadas pero satisfechas, mantas al hombro y grupos que se despedían con promesas de volver el año que viene.
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Después de tres días de música sin pausa, lluvia intermitente y emociones a flor de piel, el camping del Monte del Gozo comenzó a vaciarse este domingo por la mañana. A las 12:00 horas, como marcaba el horario de salida, los últimos campistas abandonaban el recinto cargados con tiendas, esterillas y mochilas llenas de vivencias. La estampa era tan festiva como nostálgica: caras cansadas pero satisfechas, mantas al hombro y grupos que se despedían con promesas de volver el año que viene.
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Después de tres días de música sin pausa, lluvia intermitente y emociones a flor de piel, el camping del Monte del Gozo comenzó a vaciarse este domingo por la mañana. A las 12:00 horas, como marcaba el horario de salida, los últimos campistas abandonaban el recinto cargados con tiendas, esterillas y mochilas llenas de vivencias. La estampa era tan festiva como nostálgica: caras cansadas pero satisfechas, mantas al hombro y grupos que se despedían con promesas de volver el año que viene.
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