Antonio Recuero Prieto (1955-2021)

Me entero, como casi de todo en estos tiempos caóticos, tarde, mal y arrastro, de la muerte, solo, absolutamente solo, de Antonio, nuestro cantautor callejero de cabecera y buen amigo.

Tras una vida difícil, hace unos días, Antonio se ha ido con su vieja guitarra, a discutir de acordes con Cafrune y sus muchachos; de política con todo el que le pase cerca, y de fútbol ya, ni hablamos.

Arrastraba su pierna, siempre doliente, fruto de una polio, con humor y don de gentes, y cantaba, a diario, en los soportales de la Rúa del Villar.

Hacía las delicias de los niños a los que sabía encandilar con sus canciones y su permanente alegría de vivir. Tenía una voz envidiable, a pesar del tabaco y de cantar al aire libre, y disfrutaba como un crío cada vez que vendía unos cuantos de sus muy estimables discos a extranjeros, enterándose de dónde eran y disfrutando de que su música llegase a más medio mundo, gracias al Camino.

Se ha ido sin ver lo que él creía la panacea, la república, como si las formas de Estado o de gobierno influyesen en la miseria del carácter de los hombres. Su chapela, su ikurriña y su laburu conformaban un aspecto “del mismo Bilbao” al que tanto quería, a pesar de ser de Madrid.

Disfrutaba con poco. Un pitillo, alguna que otra cerveza, su música, la charla de sus amigos a los que convertía en dúos o tríos con él, a poco que te dejases, conformando pintorescas estampas, como la de verle acompañando a la guitarra alguna canción religiosa, él que se decía republicano y comunista, o civil, en catalán, de su buen amigo Mario, profesor de Literatura jubilado, y cosas más surrealistas. Mereció mejor suerte en la vida. Descanse en paz.