Santiago
+15° C
Actualizado
sábado, 10 febrero 2024
18:07
h

Bonaval

La ciudad de Santiago de Compostela es hermosa. Los vecinos, de tanto verla, tenemos tendencia a infravalorarla. Eso mismo nos pasa con la Ciudad de la Cultura, aunque en este caso muchos ni la visitaron, simplemente hablan de oídas, se dejan arrastrar por comentarios más de una vez nacidos de la envidia. Por si ya no tuviéramos bastante de que presumir, añádase que nuestra ciudad está repleta de leyendas.

A tal propósito recuerdo a un amigo suizo, de visita en nuestra ciudad y deseoso de conocerla. Me pidió que le acompañara en su objetivo. Al llegar a Belvís, inicio de nuestro periplo, este amigo me sugirió, con razón, que tal denominación debería querer decir “vella vista”. El apunte algo me dolió, por el hecho de que consideré que eso ya se me debía haber ocurrido a mí. Contrarresté el deshonor cuando llegamos a Bonaval y le dije que tal denominación significaba “buen valle”. Por si acaso, tan pronto como pude consulté en internet y ahí se me complicó el asunto. Parece que mi apreciación no andaba desencaminaba pero, siempre hay uno, en este caso en forma de una leyenda que también pudiera no serlo tanto.

Cuentan los antiguos cronistas que había una vez un hombre, un herrero, que vivía en nuestra ciudad, en la Puerta del Camino, en su día una de las siete puertas de la muralla que la rodeaba y que se abría a los peregrinos que hacían el trayecto francés. El nombre de nuestro protagonista era Juan Tuorum. Transcurría el año 1320. Ocupaba la silla arzobispal Berenguel de Landora, quien había sufrido varios destierros por enfrentamientos con la burguesía santiaguesa. Llegó el día que, habiéndoles vencido, estos no tuvieron más remedio que entregarle las llaves de la ciudad. En el momento de ajustar cuentas, arribó a oídos del prelado la información de que el tal Juan Tuorum se había rebelado contra su institución e incluso había capitaneado la revuelta que había echado al suelo las puertas del palacio arzobispal. Esa fue la razón por la que, según palabras casi textuales del escritor muerto en plena juventud, pero autor de una apreciable obra literaria, Antonio Neira de Mosquera (1823-1854), condenaron a la horca al hombre de la puerta del Camino con nombre de “sabor infernal”, el herrador del campo de las Ruedas, el “generoso y esforzado” Juan Tuorum. Detrás del boca a boca que le incriminaba, parece ser que estaría, sobre lo de tener un espíritu idealista y querer defender lo que consideraba justo, el hecho de tener una hija muy guapa, lo que provocó que algún no correspondido por ella, en venganza, delatara a su padre.

La horca estaba situada en la cima del monte Ouriz, en la actualidad monte de la Almáciga. El reo Juan estaba siendo conducido hacía ese lugar a través del Barrio de O Gozo, donde se encuentra la rúa de Bonaval y otras calles que en la actualidad forman parte del Barrio de San Pedro, ante la presencia de sus vecinos. En este barrio había una capilla con la Virgen de Belén, hoy desaparecida. Ante ella se arrodilló nuestro hombre, agobiado por el miedo a la horca y, sobre todo, por la deshonra que se derivaba de su innoble final para toda su familia y amigos. Con voz temblorosa, estremecido de vergüenza, solo fue capaz de suplicarle a la Virgen con estas palabras: vem et me-val. En ese mismo instante se desplomó sobre el pavimento. Juan Tuorum había muerto. Lo sucedido se extendió como la pólvora. La justicia divina quiso evitarle la pena de la última indignidad, librarle de la horca, de un ajusticiamiento denigrante. Un milagro. Los presentes comenzaron a gritar: É un santo!, É un home santo! Algunos, quizás exaltados por el fervor religioso, aseguraron que los restos mortales del herrador exhalaban un perfume maravilloso, el típico olor de santidad.

Y esta es la historia, que aparece relatada de forma más detallada en Monografías de Santiago, por Neira de Mosquera, al que nuestra ciudad le tiene dedicada una calle. Claro que al milagro se le deben el nombre de dos, las rúas de Bonaval, el bon aval certificado por los vecinos del herrero, y do Home Santo. Añádase, además, la denominación de un parque espectacular, el parque de Bonaval, Premio Nacional de Arquitectura.

Por otro lado, existe un crucero que en su día formó parte del sepulcro de Juan Tuorum y que hoy se encuentra en la Plaza 8 de Marzo (al final de la rúa de san Pedro). Se trata de uno de los cruceiros más antiguos que se conservan en Galicia y, en su momento, reclamó la atención de Castelao que lo dibujó en su libro monumental As cruces de pedra na Galiza.

Destacar, por último, que en la propia rúa de Bonaval se encuentra una entrada situada al final de unas escaleras, que más de uno pensará que pertenece a un templo, cuando lo cierto es que conduce a un pequeño cementerio, contiguo a la iglesia de Santo Domingo de Bonaval. En él reciben sepultura tan solo los miembros de la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario. Las lápidas reflejan los nombres de algunas de las familias más conocidas de la capital gallega. En la entrada mencionada, la que conduce a ese recinto, se puede contemplar un pórtico gótico, que ha llegado hasta nuestros días para, así, justificar la tradición del reo de ven e váleme. En él figura una inscripción que literalmente dice: ESTA IMAGE HE AQUÍ POSTA POR ALMA DE JHAN TUORUM.

24 ene 2021 / 00:00
  • Ver comentarios
Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego
TEMAS
Tema marcado como favorito
Selecciona los que más te interesen y verás todas las noticias relacionadas con ellos en Mi Correo Gallego.