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Castiñeiras y su mujer siguen pagando a ‘cuentagotas’ las multas por blanqueo

Continúa abierta la ejecución de la sentencia: el matrimonio tiene embargadas sus propiedades, aunque las sigue disfrutando// Hace frente a la sanciones económicas con su módica pensión

Más de 2,4 millones de euros y 30.106 dólares. Es la cantidad de dinero que se calcula (en base al dinero encontrado y a las propiedades que adquirió) que robó de las arcas de la Catedral Manuel Fernández Castiñeiras, el ladrón del Códice Calixtino, por la que fue condenado, y la misma que le impusieron como indemnización al Cabildo por los daños causados. De esta cifra, la Iglesia ya ha recibido 1,7 millones, los que se encontraron en los registros que practicaron las Fuerzas de Seguridad en las propiedades de la familia; pero cuando se dictó sentencia todavía quedaban pendientes más de 750.000 euros; a los que habría que sumar las multas que se le impusieron al exelectricista y a su mujer, María Remedios Nieto, por blanqueo de capitales. Cada una asciende a 268.425 euros.

El Tribunal Superior de Xustiza de Galicia acaba de confirmar a EL CORREO que “la ejecución de la sentencia sigue abierta, pues tanto el principal acusado como su mujer siguen pagando las multas impuestas”. El matrimonio tiene embargadas todas sus propiedades, de las que sigue disfrutando; al menos del piso de Noalla donde vive actualmente la familia. Una vivienda que Castiñeiras compró con el dinero robado a la Catedral. Así, el exelectricista y su mujer estarían ahora haciendo frente a las multas con sus modestas jubilaciones.

pensión. Cuando fue detenido en julio de 2012, un año después de la desaparición del Códice, Castiñeiras cobraba de pensión cada mes 399,40 euros y 394,32 el ejercicio anterior. Cada año registraba diez ingresos por esas cantidades y dos por justo el doble, en los meses de junio y diciembre como extra. Cuando fue apresado, en esa libreta bancaria había 53.034,88 euros, según consta en un extracto que figura en el sumario del caso; es decir, que durante los once años que estuvo percibiendo el subsidio no consta que hubiera alguna retirada de efectivo.

otras cuentas. Había, también, referencias de otras cuatro cuentas. Una de Caixa Galicia (oficina de Montero Ríos) con 16.742 euros de saldo; otra en el Banco Gallego (sucursal del Hórreo) con 719,49 euros, donde consta el pago de pequeñas cantidades por recibos domiciliados; una tercera, en el Santander (oficina de la Calderería) con 7.782,29 euros de saldo, y una cuarta, en el Banco Pastor (Fuente de San Antonio) en la que acumulaba 49.167,96. En total eran 73.912,49 eurosm que sumados los 53.034,88 de la cuenta de plazo alcanza la cantidad de 126.947,37 euros, de los que no se hace ninguna referencia en la sentencia al entender los magistrados, es de suponer, que no quedó acreditado que esas cantidades fueran fruto del dinero robado en la Catedral.

Pese a que todavía algunas personas del entorno de la Catedral apuntan a que Fernández Castiñeiras podría tener escondido dinero robado de los cepillos de la basílica, la Policía dio por zanjado el asunto con los registros en su propiedades donde aparecieron ingentes cantidades de dinero.

ASOMBRADOS. Cuando los agentes de la Brigada de Patrimonio Histórico de la Policía Nacional, acompañados por el juez José Antonio Vázquez Taín y una abogada del turno de oficio, irrumpieron en el piso primero letra E, portal 2 del edificio número 27 de la Avenida Rosalía de Castro en O Milladoiro; es decir, en el domicilio particular de Manuel Fernández Castiñeiras, iban buscando el Códice Calixtino pero no salían de su asombro ante lo que se iban encontrando. El registro se inició en el salón, donde no hallaron nada, por lo que procedieron a continuar, siguiendo el sentido de las agujas del reloj, por las siguientes habitaciones. Allí fueron apareciendo los fajos de billetes, entre los que había divisas de medio mundo.

EL BOTÍN. Los allí presentes no daban crédito a lo que estaban viendo: buscaban una obra de arte y habían localizado cerca de 900.00 euros (aún faltaba una maleta con otros 600.000 euros que fue hallada en el patio de luces), 93.300 pesetas y una importante cantidad de billetes en otras divisas (especialmente dólares) sin que ni Castiñeiras ni su mujer ni su hijo dijeran absolutamente nada sobre la ubicación de las cantidades que se iban incautando; es más, en aquellos momentos ninguno de los tres habló de la maleta o de las cantidades que se guardaban en el piso de Sanxenxo, o en el apartamento en el que vivía el hijo en O Milladoiro.

Y absolutamente nadie comentó nada sobre el paradero del Códice Calixtino que, como bien saben los lectores, fue localizado en un garaje de la familia oculto entre periódicos y rodeado de todo tipo de desperfectos.

En el momento de la detención la familia tenía dos pisos en O Milladoiro, uno donde vivía Fernández Castiñeiras y su mujer; y otro en el que residía su hijo. Además, también tenían en propiedad el ático de Sanxenxo, situado frente a la playa de la Lanzada, que el exelectricista adquirió con dinero en efectivo; y una casa familar en Negreira.

El día que José María Díaz pidió al ladrón que devolviera el ‘Calixtino’

Santiago. En paralelo a la investigación policial, que duró un año y que culminó con la aparición del Códice y la detención de Fernández Castiñeiras, el entonces deán de la Catedral, José María Díaz, se reunió en una ocasión con su exelectricista para pedirle al ladrón que devolviese el manuscrito. El periodista Luis Rendueles reproduce la conversación en su obra Los ratones de Dios:

- Deán (D): José Manuel, tú eres quien mejor conoce la Catedral y a las personas que la frecuentan. Yo creo que sería muy bueno que, si tú sospechas de alguien concreto como posible ladrón del Códice, quizás podrías darle a esa persona el buen consejo de que lo restituyera.

- Fernández Castiñeiras (F.C.): Pero, ¿cómo va a devolver el libro un ladrón? Lo detendrían.

- D: No, José Manuel, el ladrón puede devolver el Códice en cualquier sitio, puede dejarlo en otra ciudad, fuera de Santiago.

-F.C.: ¿Y cómo se hace eso?

-D: Le dices al ladrón que vaya a una iglesia, a la que quiera, y que pida confesarse con un sacerdote. Entonces, en el sacramento, el ladrón le dice al sacerdote dónde está el libro y dónde puede recuperarlo. El sacerdote entregaría entonces el libro a la Catedral, pero ya nunca le podría decir a la policía quién se lo dijo ni cuándo.

F.C.: Mire, don José María, yo he visto mucho aquí dentro. Y ya no creo en el secreto de confesión.

05 oct 2021 / 01:00
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