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sábado, 10 febrero 2024
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Civilizando antiguas vías interurbanas

SÁNCHEZ-AGUSTINO y

ARQUITECTOS ASOCIADOS

En el proceso de expansión de la mayoría de las grandes ciudades, siguen observándose vestigios de vías interurbanas, pasado de nacionales radiales de entrada y salida de la ciudad, a los que el crecimiento y desarrollo, no ha terminado de convertir en auténticas calles urbanas.

Entre esos signos que las delatan como antiguas nacionales, se encuentran su anchura, los cambios de rasante, la señalización vertical y horizontal, las farolas de carretera, los peraltes, e incluso en muchas de ellas, perviven viejos mojones identificando el punto kilométrico.

Hoy nos vamos a ocupar de unas de esas calles, a la que el desarrollo urbano ha ido atrapando y reconciliando con la ciudad, pero en la que persiste alguna sintomatología, que recuerda su pasado reciente. Se trata de la Calle Amor Ruibal, antigua vía por la que se adentraba en la ciudad la N-525 y que hoy nos conecta con la SC-11.

Sin duda, ha sufrido un proceso de urbanización fruto de las nuevas edificaciones y de su conexión con la Rúa do Restollal y el vial Clara Campoamor, así como por la ampliación del puente bajo el ferrocarril en Pontepedriña, lo que ha mudado su apariencia, presentando un aspecto muy diferente al de hace dos décadas, pero sin esconder alguna problemática de planeamiento heredada de su antigua condición de vial interurbano.

Entre esos vestigios, se detecta que conserva un comportamiento de vía de media o alta velocidad. Por su anchura, que ronda los 25 metros con cuatro carriles que favorecen una velocidad inadecuada y que elevan la peligrosidad de los tres únicos pasos de peatones de que dispone, uno de ellos, el más cercano a zona escolar, protegido hace unos años con resaltos reductores de velocidad. En su curva a izquierdas, traspasado el puente de ADIF, conserva un peralte más propio de una nacional, hoy inservible dada su condición de vía urbana limitada a 30 km/h. Este peralte es la causa directa de la diferencia de cotas que dificultará la apertura de la Rúa Pintor Juan Luis y Pintor Urbano Lugrís. Se trata de una calle que a nuestro entender no ha completado del modo más satisfactorio, su total proceso de transformación urbano.

Nuestra propuesta pasa por intervenir el peralte que enlaza con la calle Pintor Laxeiro, eso comportará inmediatamente que el entronque con Pintor Juan Luis y Pintor Urbano Lugrís se suavice y que no aparezcan en el proceso de urbanización las odiosas barreras arquitectónicas que deban ser luego nuevamente objeto de resolución. La reducción de los cuatro carriles existentes a tres, completada con una intervención en las rotondas, disponiendo de dos carriles de evacuación y tan solo uno de entrada, favorecerá la fluidez del tráfico y eliminará la interferencia de entrada entre los vehículos que intenten hacerlo por el carril interior, aminorando notablemente el riesgo de colisión entre turismos.

Las aceras deben ser otro aspecto en el que este proceso deba detenerse. Deben experimentar un crecimiento con la incorporación del espacio reservado para aparcamiento. En una calle de entrada a una urbe, las maniobras de esacionamiento perjudican la fluidez del tráfico. El aparcamiento debe reforzarse y socializarse en las vías laterales adyacentes. Esto permitirá disponer de una acera con dos contornos funcionales. Uno de servicio, de unos 2,75m para marquesinas, paradas de tiempo limitado, terrazas, bancos, señalización y espacios verdes y otro de 4,75m, reservado exclusivamente sin interrupción en toda su extensión, a la circulación peonil.

La interconexión entre aceras, se debe mejorar incorporando dos nuevos pasos de peatones -cinco en total-, y ésta es la gran novedad, divididos en dos carriles, disponiendo en la acera de cada uno de ellos, siempre en sentido a derechas, la superficie podo-táctil para personas invidentes o de reducida capacidad visual, lo que les otorgará preferencia de paso y evitará que otros peatones obstruyan su camino.

Con esta intervención, entendemos que la Calle Amor Ruibal debería completar así su proceso civilizador, exhibiendo tanto visual como funcionalmente, un aspecto más próximo al ciudadano de a pie.

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