Cristo, rey del mundo

muchas personas del Occidente cristiano reconocen en Jesús una persona singular, que pasó por el mundo haciendo el bien, lo que le hace digno de ser reconocido y admirado. Sin embargo, la razón de que Jesús haya llevado a cabo lo que el Padre le encomendó para servir al hombre, estriba en que era el Hijo del eterno Padre, que vino al mundo para cumplir la voluntad de Dios, al servicio del hombre. Por eso es el Rey del Universo, es Señor del Mundo, él que se humilló hasta hacerse obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz.

El 2º libro de Samuel refiere cómo los miembros principales de las tribus de Israel acudieron a Hebrón para encontrarse con David. Ya allí, le manifestaron que el Señor le había prometido constituirle en pastor de Israel. De ese modo, los ancianos de Israel ungieron a David como rey. Así, este descendiente de Judá, el hijo más joven de Jesé, sucedió a Saúl como rey de Israel.

El evangelio según S. Lucas muestra a Jesús, descendiente de David, clavado en la cruz. La gente esperaba que el Mesías o rey descendiente del hijo de Jesé, viviera para siempre. Sin embargo, estaba clavado en el madero. Los judíos que por allí pasaban, se reían de él, diciendo: ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo. Uno de los malhechores crucificados junto a él, le dirigió estas palabras: ¡Señor, acuérdate de mí, cuando estés en tu reino!, a lo que Jesús respondió: ¡Hoy estarás conmigo en el paraíso! De este modo, mostraba Jesús que el perdón de Dios no se hace esperar.

S. Pablo alaba a Dios Padre, porque nos ha sacado del dominio de las tinieblas y nos ha trasladado al Reino de su Hijo, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. Él, que es el Hijo del eterno Padre, por quien fueron creadas todas las cosas, es cabeza de todos, y ha reconciliado a todos mediante su sangre, derramada en la cruz.