Cristo, salvador de todos

cuando se produce un incendio en una casa o tiene lugar un sunami en un puerto de mar, los vecinos y las personas dedicadas a la protección social no se limitan a procurar la salvación de algunos, sino que sus desvelos se encaminan a la salvación de todos. La venida del Hijo de Dios al mundo tenía por objeto salvar al hombre perdido, pues Dios quiere que todos los hombres se salven y gocen por siempre con Él.

La 1ª lectura de esta tarde y la de mañana, del libro de Amós, recoge las palabras del profeta a favor de la atención de los más pobres. Se queja de que algunos ricos “venden al pobre”, proporcionándole lo que necesita a un precio superior al que debe, o engañándole al utilizar una balanza inadecuada (con trampa). Se queja también de aquellos que, no contentándose con vender las espigas, le venden al pobre hasta el salvado.

San Lucas recoge la parábola de Jesús sobre el administrador infiel. A este lo despide su señor, por no estar de acuerdo con el ejercicio que hace de la administración. El administrador, entonces, preocupado por su futuro, llama a los deudores de su amo y les entrega facturas para entregar menos dinero que el que debían, esperando que así le reciban en sus casas. Al enterarse de lo que hizo, el dueño le felicitó por su astucia, y manifestó que los hijos de las tinieblas son más sagaces que los hijos de la luz. A estos, que deben pensar en el premio del más allá, los anima a ganarse amigos con el dinero inicuo, para que los reciban en el Reino futuro.

San Pablo se dirige a Timoteo, para pedirles a los cristianos que oren por la honestidad de todos, para llegar a tener una vida tranquila. Esto agrada al Señor, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Cristo Jesús se entregó a la muerte por todos, y por eso el Padre constituyó a Pablo proclamador y apóstol, maestro de los paganos en la fe y en la verdad.