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con la des-memoria histórica

Con estrella o estrellados. No sé si es el caso, pero cabe planteárselo porque a veces la mente no alcanza a entender los entresijos y vericuetos de lo que nos llega por la historia colectiva y no se recoge —de momento— en la memoria histórica, pese a estar ampliamente documentada.

Ahora que tan en boga está cambiar los nombres de las calles de las ciudades, unas veces por aclamación popular, otras por imposición gubernamental, e incluso por mera moda pasajera, se puede ver cómo hay calles... y calles (rúas, ruelas, callejones...). Unas llevan rótulos de ilustres personajes, que dejan de serlo cuando caen en desgracia o en simple olvido. Otras mantienen inalterable su toponimia original per saecula saeculorum y nadie se plantea más —afortunadamente— pues merecido tienen su arraigo histórico. Y algunas hay que, vaya a saber usted por qué o por dónde, nadie se cuestiona cómo nacieron o a qué se debe su peculiar denominación.

Una de estas calles estrelladas, con un nombre que invita a pensar en cualquier cosa menos en lo que realmente hay de cierto en su origen es rúa das Trompas, en la compostelana cuesta que une el convento de la Enseñanza con el de Belvís. Ni su empinado pavimento (que invita a darse más de un trompazo) ni su estrechez (que casi convida a retirarle el título de rúa, pese a ser transitada por viandantes y vehículos por igual) tienen que ver con la causa de su apelativo, mantenido casi por triple tradición secular, que no es poco.

El verdadero origen está en dos de esos ilustres personajes, que no nacieron con estrella (al menos para el común de los mortales: ¡eran músicos!) pero sí con una trompa debajo del brazo. Sí, una trompa, o mejor, dos: esos instrumentos de viento metal de todos conocidos, imprescindibles durante siglos en cualquier orquesta musical de buen rango. Tratándose de Compostela, lógicamente, esa orquesta era la de la Catedral de Santiago y esos enigmáticos trompas eran dos reputados músicos de ese templo que eligieron ese lugar de extramuros como lugar de residencia. Todavía hoy se pueden ver las antiguas puertas de sus viviendas, con el símbolo del Cabildo en su dintel.

Se trata de los hermanos Giuseppe y Baldassare Servida, nacidos en Lodi (Italia) en 1733 y 1735, respectivamente, más conocidos en Compostela por su segundo apellido: Francapani. Sus andanzas aparecen recogidas por G. Oldrini, que nos cuenta que antes de instalarse en Santiago en 1760, fueron “professori di corno o trombe ritorte”, primero en la Corte de Turín y luego en la de Portugal. De ahí, quizás movidos por la fama que iba tomando el templo compostelano, llegaron a esta ciudad y aquí residieron ya casi de continuo. Oldrini también aporta el dato, perfectamente documentado en la Catedral de Santiago, del viaje que realizaron ambos a su patria en 1765, siendo recibidos con todo honor y festejo por sus conciudadanos. En 1766 Gaspar volvió a Italia recorriendo León, Madrid y Barcelona, con el encargo de buscar buenas voces para el coro y, en 1775 realizaron ambos su tercer viaje a Italia, algo inusual. Estos hechos dan fe del aprecio que les tenía el clero catedralicio. Tan a gusto debían encontrarse en Santiago que decidieron traerse consigo a su padre —Francesco, fallecido en 1777— y a una hermana, probablemente casada ya.

Por si fuera poco, y aunque su puesto en la Catedral estaba bien remunerado, dejaron huella en la ciudad en un sector bien distinto, entonces en plena efervescencia: el oficio de curtidores de pieles. Historiadores como X. R. Barreiro o economistas como X. Cardoma constatan su actividad empresarial, señalándolos como pioneros por fundar la primera fábrica de pieles en Compostela hacia 1783, algo que hicieron además a título personal (y no gremial) y rigiéndose por el nuevo sistema capitalista. A esta tenería dedicaron sus esfuerzos encargándose de buscar por la geografía gallega el ganado que necesitaban, en colaboración con el no menos respetable músico contralto oriundo de Bergamo, Giovanni Brunelli, quien con su hermano Antonio, tenía asimismo una fábrica de medias de seda. Los tres formaban como una especie de sociedad y también abastecían el Mercado de Carne del Cabildo llegando a amasar una considerable notoriedad, aunque al parecer no tanta fortuna pues en su vejez los hermanos Servida atesoraban numerosas deudas. No así Brunelli, gran cantor solista que vivió rodeado de comodidades y que logró legar a su sobrino un patrimonio digno de un buen, siendo en vida fiador de otros músicos de la ciudad.

Ya avanzados en edad, la nostalgia les hizo volver los ojos a Italia. Gaspar, soltero, no tuvo oportunidad pues, siempre achacoso, murió en Compostela en 1791, recomendado a su sobrino Benito, asimismo trompa en la Catedral. Y Joseph, aunque solicitó su marcha en 1803 (momento en que dejó la tenería, aunque esta mantuvo su actividad hasta cerca de 1860) tuvo que esperar a 1805 para irse, precisamente por las cuentas contraídas con el Cabildo. Aun así y desde su jubilación, el Cabildo le mantuvo el mismo salario que gozaba en Santiago. Se fue pues tras habitar 45 años en Compostela. Toda una vida, plenamente reconocida a nivel musical.

Cuán caprichosa es la historia y qué poco aprecio sentimos por personajes que, aun a costa del peso que han tenido en su época, han pasado al imaginario de la ciudad con un nombre —As trompas— que poco o nada hace presagiar su impronta ni la huella que, como músicos y empresarios, nos dejaron. Lo de músicos y notoriedad, ya se sabe que, lamentablemente, no siempre son términos que van a la par. Más incomprensible es no reconocerles su labor mercantil, so pena de que, al no triunfar —en cuanto a réditos— sus desvelos hayan quedado solapadamente relevados o a merced de la des-memoria histórica.

Si se tratara de rebautizar calles: Rúa das Trompas ¿podría retomar el nombre de los Hermanos Servida Francapani o debería mantener esa denominación, aun a costa de que se siga ignorando a estos ilustres moradores de Compostela? Que cada cual medite la respuesta. Y, de paso, pondere si acaso la importancia de la Música no da relevancia a la Cultura y al análisis histórico, incluso trascendiéndolos.

14 sep 2020 / 00:00
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