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Debate entre Trump y Biden en el Gaiás

{ campeón en foxtrot }

Amancebado sobrino, bien sabes que llevo varios meses sin organizar una velada como Dios manda en mi mansión debido a las restricciones impuestas por la autoridad competente, y por eso exijo a quienes nos gobiernan que pongan fin de inmediato a las numerosas juergas que organizan los universitarios poco respetuosos con la normativa vigente y los jipis adictos al desmadre y al botellón. Ahora mismo voy a ordenarle a mi escribiente, el caraja McPherson, que contacte de inmediato con nuestro excelentísimo rector, don Antonio López, y con el concejal de Seguridad, don Gonzalo Muíños, para proponerles la creación de un comité de ética que vele por la moral de nuestros jóvenes y les anime a cambiar las indeseables francachelas por un ocio más sano y productivo basado en la lectura reposada y en la audición de piezas clásicas. He leído con mucho interés, Damián, el reportaje publicado por EL CORREO sobre cómo transcurren las modernas fiestas universitarias y he de confesar que estoy totalmente horrorizado. Mi mente abierta y liberal me permite aceptar, con ciertos recelos, el hecho de que en dichas reuniones se consuma alcohol y tabaco a raudales, porque yo tampoco perdono mis cócteles de ron añejo y mis puros Montecristo, pero me parece del todo inadmisible que los jóvenes de hoy se pasen horas y más horas agitando el cuerpo al son de demoniacos reguetones. En mis fiestas de antaño solo se bailaban valses y foxtrot, género en el que, por cierto, yo destacaba mucho en compañía de mi examada Marie Louise, a la que ahora imagino con frecuencia contoneándose de forma lasciva con su amante indio. No sé, sobrino, vivimos un inicio de siglo muy ordinario y confuso.

{ lentitud en la casa blanca}

Te adelanto, Damián, que todavía no he recibido respuesta de la Casa Blanca en torno a la amable invitación que cursé a mi querida Melania Trump para realizar en mi compañía un tramo del Camino de Santiago, por lo que he decidido idear nuevos proyectos dirigidos a reactivar las peregrinaciones y el turismo en general en nuestra sacrosanta ciudad. Mi plan consiste en invitar también a Donald Trump y a Joe Biden para que protagonicen un debate electoral en la Ciudad de la Cultura, aunque el tiempo urge debido a la proximidad de los comicios presidenciales en Estados Unidos y dudo mucho que los torpes funcionarios de Washington tengan tiempo para organizar un poco la cosa. Yo ya les he enviado unas directrices de obligado cumplimiento para que ambos partidos las tengan en cuenta, entre las cuales figura sentar a ambos candidatos en unos sofás de estilo Chester en el exterior del complejo, con vistas a los tejados ondulados diseñados por míster Peter Eisenman, y separados tres metros entre sí. A su alrededor se instalarán, en butacas dispuestas en medios círculos, los invitados al acto, mientras que a media distancia entre los dos protagonistas, subido a un podio de cinco metros de alto y cubierto por las banderas española, gallega y norteamericana, me colocaré yo para moderar el debate desde las alturas con la ayuda de un reloj de alta precisión que me permita repartir los tiempos de intervención de una forma totalmente ecuánime. Para ello, pensaba llevar el reloj de cuco que heredé de mi tío abuelo Francis, fallecido de una indigestión mientras intentaba ganar el concurso mundial de engullidores de hamburguesas en Kentucky, pero al final he decidido contactar con mi buen amigo José María Fernández, propietario de la joyería Jael, para que me preste un Rolex de oro o algún cronómetro de gran precisión por unas horas. Voy a telefonearle de inmediato para que me vaya reservando la pieza más adecuada para esta ocasión.

{ ADOQUINES PARA EL DUELO }

En cuanto a los dos duelistas llegados de ultramar, y teniendo en cuenta lo agresivo que fue su último debate cara a cara en la televisión de su país, les permitiré llevar una bolsa cargada con diez kilos de adoquines con sello compostelano para que se los vayan tirando a la cabeza en los momentos que no puedan reprimir la ira, de forma que el espectáculo sea completo y no quede en una mera refriega verbal. Mañana mismo contactaré con mi buena amiga Ethel Vázquez, conselleira de Infraestructuras, para que me permita rapiñar algunos de los muchos pedruscos que está utilizando en la infinidad de obras que salpican la ciudad, ya sea en la Avenida de Lugo, el pequeño Obradoiro de Conxo o en las entradas de la Ruta Jacobea. Te iré infomando de mis gestiones al respecto.

{ MUCHAS BANDERAS }

También he de contactar de forma urgente con don Alfonso Rueda y doña Nava Castro, máximos responsables de Turismo en Galicia, para que me apoyen lo más posible en la organización de este debate mediante la cesión de las infraestructuras del Monte Gaiás, la instalación de banderitas norteamericanas y nacionales en todo el recorrido desde el aeropuerto hasta la Ciudad de la Cultura y el despliegue policial que sea necesario para asegurar la seguridad de los dos candidatos. Doy por hecho que, en estos aspectos, contaré también con la colaboración de don Javier Losada, delegado del Gobierno en nuestra comunidad, al que pediré que al menos mil agentes de los cuerpos especiales vigilen en todo momento la posible intervención de grupos jipiosos o neocomunistas. Yo me desplazaré hasta el lugar del encuentro en mi carruaje de caballos, con O´Leary a las riendas, y no solicitaré escolta pese al evidente riesgo que correré como moderador del debate. Ya sabes, Damián, que los descendientes de militares valerosos debemos demostrar coraje hasta en los momentos más tensos, aunque sí pienso instalar en el habitáculo de la diligencia un lanzallamas o similar por si algún antiyanqui desnortado desea atentar contra mi osamenta. Te dejo, sobrino, es la hora del cubata de medianoche.

19 oct 2020 / 00:00
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