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Thiago Pinto es un brasileño de 38 años que soñaba desde niño con lanzarse a la Ruta // Tras 57 etapas y casi 5.000 kilómetros en bicicleta, ayer alcanzó la meta en Compostela TEXTO Arturo Reboyras

“El Camino desde Suecia me ha servido para vivir un reencuentro con Dios”

Cuando se sienta a relatar su historia, después de dos meses de una travesía que le ha marcado para siempre, Thiago Pinto no puede evitar las lágrimas. Le emociona recordar la experiencia vivida en el Camino de Santiago, una peregrinación que comenzó en Suecia y que ayer finalizó en la Catedral que custodia los restos del Apóstol. Este brasileño de 38 años, veterinario de carrera y estudiante de un doctorado en Meteorología, oyó hablar por primera vez de la Ruta Jacobea cuando era solo un chaval. “Cuando teníamos quince años todos mis amigos querían hacer un gran viaje, como a Disney; o algún regalo especial; yo solo deseaba hacer el Camino de Santiago, pero evidentemente era algo que me quedaba muy lejos”, relataba ayer durante una visita a la sede de EL CORREO GALLEGO.

“Desde entonces, vivía preparándome, porque sabía que en algún momento surgiría la oportunidad. Estudié Veterinaria, hice una maestría en Climatología, que me llevó a la Antártida; y luego también di un año clases de Meteorología en la universidad”, explica, antes de apuntar que “luego, con la muerte de mi padre, la separación de mi mujer y el impacto psicológico que me supuso la pandemia del coronavirus notaba que necesitaba un cambio en mi vida, porque me veía perdido, y me planteé estudiar un doctorado en Suecia. Al llegar a Europa tenía claro que era el momento de cumplir mi sueño y hacer el Camino”.

Thiago se instaló en la ciudad sueca de Upsala, donde comenzó sus estudios de doctorado el pasado curso con la intención de lanzarse a la Ruta en cuanto finalizara el año académico. Y así lo hizo. “Al principio pensé comenzar en Bruselas, porque es la ciudad donde vive mi madre, pero luego reflexioné y me di cuenta de que un peregrino debe empezar siempre el Camino en la puerta de su casa”. Y allí mismo, el 4 de julio, emprendió una aventura en bicicleta que se extendió durante 57 etapas y en la que recorrió nada menos que 4.975,8 kilómetros. De Suecia dio el salto a Dinamarca, pasando por Copenhague; y de allí a Alemania, donde recaló en Berlín y en otras ciudades con iglesias dedicadas al Apóstol Santiago. Continuó su periplo por Holanda, haciendo escala en Ámsterdam, y desde allí bajó hasta Bruselas, donde se reencontró con su madre. Para luego tomar el Camino francés, pasando por el Monte Saint-Michel y Lourdes. “La parada en Lourdes fue muy especial para mí, porque mi abuela era muy devota de la Virgen de Lourdes y la Virgen de Fátima. Allí pude vivir una experiencia inolvidable”, señala Thiago, al tiempo que añade que realizó el Camino por motivos espirituales.

“He de reconocer que cuando empecé la peregrinación llevaba unos años alejado de Dios y de la Iglesia. El Camino me ha ayudado a acercarme de nuevo a Dios y a vivir una experiencia de fe que me ha marcado para el resto de mi vida”, sostiene el peregrino brasileño, que comenta que en la Ruta se ha encontrado con numerosas personas que le han ayudado y con las que ha forjado amistad. “Hasta Bruselas llevé tienda de campaña y dormía allí, pero luego seguí el trayecto sin nada. Dormía en casas donde la gente me acogía y muchas noches a la intemperie, en un hotel de ocho mil estrellas”, bromea.

SOLO. El Camino le ha hecho sentirse de nuevo bien consigo mismo. “Es sorprendente, pero pese a que estaba solo en ningún momento sentía soledad. La conexión con la naturaleza es maravillosa. Además, al atravesar el Pirineo desconecté de internet los dispositivos móviles para estar completamente conectado con la realidad del Camino”, indica.

Thiago relata que las dos últimas etapas fueron muy duras para él. “Por un lado, quería llegar; pero por otro no deseaba que el Camino se acabara”, explica, antes de detallar que la noche que pasó en Sarria fue “terrible, porque llovía mucho. Solo pude dormir dos o tres horas bajo la lluvia porque estaba muy nervioso, pero no por el agua sino porque sabía que quedaba poco para llegar a la meta del Camino”.

En cuanto vislumbró desde el Monte do Gozo las torres de la Catedral no pudo evitar la emoción ni las lágrimas. Tampoco cuando llegó a la plaza del Obradoiro y entró en la Catedral que custodia los restos del amigo de Cristo. Un momento también muy especial para Thiago fue cuando en el Centro Internacional de Acogida al Peregrino le hicieron entrega de la compostela, el certificado que acredita su peregrinación. Los voluntarios de la oficina le brindaron una calurosa acogida y quedaron impactados al escuchar la experiencia de fe del joven brasileño.

Hoy se desplazará a Oporto en autobús —“ya no me quedan más fuerzas”— y desde allí emprenderá el viaje de regreso a Brasil, donde tiene previsto continuar con sus estudios de doctorado en Meteorología. Siempre con la esperanza de poder regresar algún día al Camino de Santiago.

14 sep 2022 / 21:58
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