El cariño de Dios

hace algún tiempo era bastante común el oír hablar de la providencia divina, como el cuidado amoroso que Dios tenía de todo lo creado, singularmente de los seres humanos. Hoy, a pesar de que el Señor sigue cuidando de todo lo que ha creado, quizás la criatura se sienta más poderosa de lo que era antes, y con frecuencia se olvida de su Creador, o al menos no siente tantas veces necesidad de Él.

La 1.ª lectura de la Misa de esta tarde y de mañana se apoya en el cuidado que Dios tiene de toda la creación, para indicar que nada de lo que hace es injusto. El poder divino es el principio de la justicia; y el poder que Dios tiene sobre todo y sobre todos, le lleva a ser considerado con unos y otros, hasta el punto de perdonar a todos. Al actuar con nosotros con moderación, a pesar de tener todo el poder, le enseña al pueblo que el justo ha de ser muy humano. Su modo de proceder nos hace tener la esperanza de que, en el caso de caer en pecado, Él da lugar al arrepentimiento.

San Pablo, en su Carta a los Romanos, nos hace ver, los frutos que el Espíritu produce en los hijos de Dios. Él nos ayuda, pues nosotros en muchas ocasiones ni siquiera sabemos pedirle al Señor lo que nos va mejor. Sin embargo, el Espíritu intercede por nosotros con gemidos que son difíciles de describir; pero el Señor sí que los recibe y ve que su intercesión por los creyentes es acorde con el sentir de Dios.

El Evangelio recoge tres parábolas. Una de ellas, la de la cizaña en medio del trigo, es una llamada al creyente para ser justo ante Dios como el trigo, pues, al final de los tiempos, la cizaña se atará en gavillas para echarla al fuego, mientras que el trigo se almacenará en el granero del Señor. La del grano de mostaza, enseña que el Reino de Dios es pequeño en esta tierra, pero está llamado a convertirse en un gran árbol. La de la levadura, nos dice que, como ella, debemos fermentar la masa, haciendo buenas obras.