El divino esplendor

LOS SERES HUMANOS tratamos de alcanzar con el esfuerzo personal aquello que no podríamos obtener sin el propio empeño. A la hora de procurar lo que no tenemos, solemos apoyarnos en las posibilidades que hemos ido adquiriendo. Nuestros antepasados, quizás por sentirse más necesitados que nosotros, acudían más a Dios, en espera de que Él llenara su vacío y les ayudara a conseguir lo que les resultaba difícil alcanzar. A ello les movía el conocimiento de que Dios había salido en ayuda de los creyentes, en diversos momentos de la historia del hombre.

La 1ª lectura de la Misa de esta tarde y de mañana, correspondientes al 2º Domingo de Adviento, es una llamada del profeta Baruc a que el pueblo descendiente de Jacob se quite las ropas de luto y se deje revestir del esplendor de la gloria de Dios, que se dirige a cuantos viven bajo el cielo. Si Israel sube a lo alto para contemplar lo que sucede, verá a sus hijos que se reúnen de Oriente y de Occidente, para dejarse guiar por Dios, que usará con ellos la justicia y la misericordia. Abajará montañas y colinas y allanará valles, para que el pueblo pueda caminar lleno de gozo.

El Evangelio refiere que, siendo Pilatos procurador de Judea y Herodes Antipas tetrarca de Galilea, Juan Bautista llama a la conversión, para el perdón de los pecados. Se cumple así la llamada de Isaías a preparar en el desierto los caminos al Señor, rebajando lo elevado y rellenando los valles, de suerte que todos perciban la salvación de Dios.

San Pablo se dirige a los Filipenses , para indicarles que el Señor, que ha iniciado en ellos la obra buena, Él mismo la llevará a término, hasta el día de la manifestación gloriosa de Nuestro Señor Jesucristo. El Apóstol ruega a Dios que vayan progresando en valores, para presentarse ante el Señor sin mancha y llenos de frutos de justicia.